16/11/2025 - Edición Nº1013

Internacionales

Caminos mortales

Las vías del terror en Guatemala y Perú: dos tragedias en rutas críticas que exigen atención urgente

15/11/2025 | Los accidentes en Perú y Guatemala exponen fallas estructurales donde las familias pobres cargan el mayor riesgo.



El accidente en la Panamericana Sur que dejó decenas de muertos en Ocoña, Perú, volvió a poner bajo escrutinio la vulnerabilidad de quienes dependen del transporte interprovincial para acceder a trabajo, salud y educación. Entre las historias más conmovedoras destacó la de Rebeca Apaza, la madre que murió abrazando a sus dos hijas para protegerlas del impacto, un gesto que permitió que ambas sobrevivieran con lesiones menores. Este episodio, descrito por los testigos como un "acto final de protección", volvió a abrir el debate sobre por qué los sectores más pobres enfrentan riesgos tan desproporcionados en rutas ampliamente conocidas por su peligrosidad.

Una tragedia paralela se vivió meses antes en Ciudad de Guatemala, cuando un bus extraurbano cayó desde el puente Belice hacia un barranco contaminado. Más de medio centenar de pasajeros, en su mayoría trabajadores y estudiantes provenientes de aldeas rurales, murieron en el acto. Al igual que en Perú, viajaban en un vehículo que para ellos era indispensable; no tenían otra manera de alcanzar la capital para atender citas médicas, vender productos o mantener sus empleos. Dos escenas separadas por miles de kilómetros pero unidas por una constante: la infraestructura precaria, la fiscalización deficiente y el peso desigual sobre las comunidades periféricas.

Guatemala


Guatemala, un país de América Central al sur de México, tiene volcanes, bosques tropicales y antiguos sitios mayas. La capital, Ciudad de Guatemala, cuenta con el imponente Palacio Nacional de la Cultura y el Museo Nacional de Arqueología y Etnología

Panorama general

Rutas de alto riesgo Los dos accidentes ocurrieron en tramos señalados por autoridades y vecinos como puntos críticos desde hace años. En Perú, la curva de Ocoña es recordada por otro siniestro de 2018 con 45 muertos, mientras que el puente Belice en Guatemala registra un historial de colisiones y caídas asociadas al exceso de velocidad y la falta de control. Aunque las condiciones geográficas son diferentes, en ambos países se repite un patrón de carreteras sin mantenimiento adecuado, vehículos antiguos y operadores que circulan bajo prácticas informales que escapan a la supervisión estatal.

En los dos casos, las investigaciones revelaron irregularidades graves. En Perú, el responsable inicial habría sido un conductor que invadió el carril contrario presuntamente bajo efectos del alcohol, detonando la maniobra que precipitó la caída del bus. En Guatemala, la unidad de transporte circulaba fuera de su ruta autorizada y era conducida por un piloto sin licencia apropiada. Las autoridades admitieron que la sobrecarga de pasajeros y el estado mecánico del vehículo agravaron el impacto. Los hechos demuestran que, incluso cuando existe señalización, los mecanismos de control fallan sistemáticamente.


Modelo real de la "Curva de Ocaña" en Perú. 

Costos sociales persistentes

Más allá del balance de víctimas, el costo humano es profundo y prolongado. Las familias de Ocoña denuncian que el hospital de Camaná sigue paralizado desde hace años, obligando a trasladar a los heridos durante horas y reduciendo las probabilidades de supervivencia. En Guatemala, comunidades rurales perdieron a madres y padres que eran su única fuente de ingreso, dejando a niños y personas vulnerables sin sustento. Estos efectos no solo revelan la fragilidad económica de los hogares, sino también la incapacidad estatal para garantizar una red mínima de apoyo ante emergencias.

Consecuencias para la región Tanto Perú como Guatemala enfrentan ahora presiones crecientes para reformar el transporte público y endurecer los controles en rutas de alto riesgo. Sin embargo, la experiencia regional indica que las respuestas suelen quedarse en declaraciones de duelo y promesas de fiscalización. Si no se abordan las causas estructurales —la falta de inversión en infraestructura, la informalidad crónica y la ausencia de supervisión real—, la probabilidad de que tragedias similares se repitan sigue siendo altísima. Las dos caídas recientes, aunque distintas en su dinámica, evidencian una misma deuda pendiente.