La reciente salida de Suiza del castigo arancelario del 39% marcó un giro decisivo en su relación comercial con Estados Unidos. Con el acuerdo que restablece el 15%, Berna busca recomponer la competitividad perdida y estabilizar sectores estratégicos como la farmacéutica, la maquinaria de precisión y la relojería, todos afectados por la incertidumbre generada desde agosto. El compromiso de 200.000 millones de dólares en inversiones suizas en territorio estadounidense se convirtió en el eje de la negociación y en la puerta de entrada a un nuevo equilibrio bilateral.
En paralelo, la Unión Europea avanzó en un acuerdo similar que también fija el arancel del 15%, esta vez para evitar una escalada que podría haber alcanzado el 30%. A cambio, el bloque asumió una promesa de inversión de 600.000 millones de dólares y una ampliación de compras de energía y equipamiento militar estadounidenses. La coincidencia entre ambos pactos revela un patrón diplomático: Washington ofrece estabilidad tarifaria mientras exige capital, manufactura y transferencia estratégica hacia su propio territorio.
Tanto Suiza como la UE confluyen en una misma arquitectura negociada: la consolidación del 15% como tarifa de referencia para socios avanzados. Este nivel, presentado como "intermedio", funciona como ancla para industrias dependientes de acceso fluido al mercado estadounidense. En ambos casos, se observa que el arancel opera no solo como instrumento fiscal, sino como mecanismo de condicionamiento productivo, forzando a los socios a reorientar partes de su manufactura hacia Estados Unidos.
La exigencia de inversión masiva acompaña esta estrategia. Los 200.000 millones suizos y los 600.000 millones europeos se encaminan a proyectos que fortalecen cadenas de suministro estadounidenses en sectores considerados críticos. Para Berna y Bruselas, la ecuación implica una cesión significativa, pero también la oportunidad de asegurar previsibilidad en un entorno global cada vez más expuesto a shocks geopolíticos y tensiones comerciales prolongadas.
The US and Switzerland announced a framework trade agreement that slashed US tariffs on Swiss imports to 15% from 39% and secured a pledge for $200 billion in Swiss investment in the US by 2028 https://t.co/B3NTsXTzA1 pic.twitter.com/OM3oj30BX1
— Reuters (@Reuters) November 15, 2025
El surgimiento de este "club del 15%" tiene implicaciones más amplias que la simple estabilidad arancelaria. Las inversiones comprometidas reconfiguran gradualmente el mapa industrial transatlántico, favoreciendo la localización en EE.UU. de actividades de alto valor agregado y diluyendo la dependencia de Asia en segmentos sensibles. Para economías exportadoras como Suiza, el costo inmediato puede sentirse elevado, pero la prioridad pasa por evitar el aislamiento comercial y preservar posiciones en sectores donde la competencia es feroz.

Para la Unión Europea, la apuesta es doble: contener la presión arancelaria y proteger sus industrias más emblemáticas mientras recalibra sus vínculos con un socio que ha endurecido su política comercial. En ambos casos, la convergencia en torno al 15% sugiere que la disputa no está en la tarifa en sí, sino en el precio político y económico de acceder al mercado estadounidense, donde cada concesión define una porción del futuro industrial del continente.