19/11/2025 - Edición Nº1016

Internacionales

Imperio ruso

Catalina la Grande: el legado oculto tras su muerte

17/11/2025 | La emperatriz que modernizó Rusia murió el 17 de noviembre de 1796 tras un derrame cerebral, dejando un legado tan poderoso como contradictorio.



Catalina II de Rusia, conocida mundialmente como Catalina la Grande, murió el 17 de noviembre de 1796 en su residencia de Tsarskoye Selo. Su fallecimiento cerró una de las etapas más decisivas del Imperio ruso, caracterizada por un ambicioso proyecto de modernización inspirado en la Ilustración europea. Nacida en 1729 como Sophie von Anhalt-Zerbst, una princesa alemana menor, su ascenso al trono fue improbable y excepcional, pero terminó convirtiéndose en una de las figuras más influyentes del siglo XVIII.

Su llegada al poder se produjo tras un golpe palaciego que depuso a su esposo, Pedro III, y consolidó una nueva arquitectura de gobernabilidad basada en el apoyo de la nobleza. Desde el inicio, Catalina se presentó como una monarca reformista, convencida de que Rusia necesitaba abrirse al pensamiento europeo. La creación de escuelas, el impulso a las artes y la influencia de los filósofos ilustrados integraron un proyecto político que buscaba modernizar el imperio sin romper del todo con su estructura tradicional.

Tsárskoye Seló


Lugar histórico con varios palacios imperiales y un extenso parque paisajístico con jardines.

Reformas y expansión imperial

Durante su reinado, Rusia experimentó transformaciones profundas. Catalina impulsó una agenda que combinaba centralización administrativa, fortalecimiento militar y estímulo cultural, al tiempo que promovía la inmigración europea y la profesionalización del Estado. Su famosa "Instrucción" de 1767 buscó orientar una reforma legal progresista, con principios como la igualdad ante la ley y el rechazo a la tortura, aunque muchas de estas ideas quedaron limitadas por la resistencia de la nobleza.

En paralelo, Rusia expandió significativamente su territorio. La anexión de Crimea, los avances en el Mar Negro y la expansión hacia Polonia y el Cáucaso consolidaron al imperio como una potencia de primer orden en Europa y Asia. Esta política exterior, ambiciosa y estratégica, redefinió el equilibrio geopolítico de la región y colocó a San Petersburgo en el centro de las grandes decisiones internacionales.

Luces y sombras de su legado

El reinado de Catalina también expuso tensiones internas. Pese a su afinidad con las ideas ilustradas, la servidumbre no solo se mantuvo sino que se profundizó, reforzando la dependencia económica y social de millones de campesinos. La rebelión de Pugachov, uno de los levantamientos más significativos del periodo, demostró los límites del reformismo imperial y la fragilidad de la estabilidad interna.

A su muerte, Catalina dejó un imperio más vasto, más poderoso y más conectado con Europa, pero también más desigual y estructuralmente tensionado. Su figura encarna la paradoja de la monarquía ilustrada: una soberana que admiraba la modernidad, promovía la cultura y expandía las fronteras, pero que al mismo tiempo mantenía intacta la columna vertebral del antiguo régimen. Su reinado sigue siendo, hasta hoy, un punto de referencia indispensable para entender la historia política, social y geopolítica de Rusia.