La política argentina no solo estuvo atravesada por discursos, disputas de poder y decisiones trascendentes. En paralelo, una galería de perros presidenciales acompañó a distintos mandatarios, algunos convirtiéndose en símbolos y otros en silenciosos testigos cotidianos.
Juan Domingo Perón tuvo varias mascotas a lo largo de su vida, antes y después de ser presidente, pero entre ellas destacaron sus caniches Tinolita, Monito, Negrita y Canela, que lo seguían en Puerta de Hierro durante la etapa final de su exilio. El líder justicialista amaba a los animales, a punto tal que en 1954 logró la sanción de la Ley de Maltrato Animal, estableciendo castigos para quienes adopten temperamentos violentos contra toda forma de vida no humana.
Décadas después, Cristina Fernández de Kirchner también mostró un perfil “bichero” en 2021, al mostrarse en un video casero junto a sus mascotas, luego de recibir el alta por una cirugía. Se sabe que en su etapa de poder tuvo dos perros adultos raza Bóxer (Catita y Alex), sus cuatro cachorros, y Cleo, una caniche mini-Toy marrón. En los últimos tiempos tuvo a Martita, Rosita, Lolita, Kala, Vito y Simón. Este último fue un regalo de Hugo Chávez.
Por su parte, otro peronista que tuvo perros en su cercanía fue Carlos Menem. El riojano más famoso tuvo la compañía de dos pastores ingleses y los dos grandes daneses de su hijo Carlos Junior. El expresidente tuvo la desgracia de perder a su hijo, por lo que eligió quedarse con las mascotas de Carlitos Menem Junior.
Mauricio Macri convirtió a sus mascotas en verdaderas figuras públicas. El más famoso fue Balcarce, el labrador retriever que no solo vivió en Olivos, sino que se paseó por la Casa Rosada, protagonizó fotos institucionales y hasta tuvo su propia cuenta de Instagram. También convivieron con él otros perros, de bajo perfil, que completaban la escena doméstica presidencial.
En tiempos más recientes, Alberto Fernández marcó una era con el recientemente fallecido Dylan, su collie. El perro fue casi tan famoso como su dueño y generó un nivel de atención inusual para una mascota presidencial.
La historia más extravagante es, sin dudas, la de Javier Milei. Su amor por los perros -y en particular por su mastín inglés Conan- trascendió lo personal: tras la muerte del animal, el hoy presidente mandó a clonar a su mascota y actualmente convive con varios mastines: Conan, Murray, Milton, Robert y Lucas, genéticamente idénticos al original. Para Milei, no son simplemente perros. Son sus “hijitos de cuatro patas”.
Aunque no siempre fueron tan visibles, otros mandatarios también convivieron con perros durante sus mandatos o fuera de ellos. Raúl Alfonsín tuvo distintos perros a lo largo de su vida familiar, aunque ninguno adquirió presencia pública. Néstor Kirchner también tuvo perros, aunque fueron parte de su intimidad y sin exposición mediática.
En casi todas las etapas presidenciales, los perros fueron testigos privilegiados: acompañaron decisiones, consolaron en momentos difíciles y, en muchos casos, mostraron un lado más humano de quienes ocupaban la máxima responsabilidad institucional del país.
Desde los caniches del peronismo hasta los mastines libertarios, los perros presidenciales argentinos son parte de una tradición que combina afecto, intimidad y, a veces, una cuota de singularidad que también forma parte de la historia nacional.
GZ