Cuando Víctor Manzanares se incorporó al trabajo contable del matrimonio Kirchner, se encontró con una dupla que tenía más sueños que patrimonio. Él, proveniente de una familia acomodada, observó cómo el flamante intendente de Río Gallegos, Néstor Kirchner, comenzaba un trayecto político que crecería a la par de su fortuna. A lo largo de los años, Manzanares fue testigo directo —y en ocasiones protagonista— del incremento patrimonial que los Kirchner fueron acumulando con apoyo de un sistema paralelo de recaudación.
Ese vínculo estalló en 2017, cuando el contador quedó detenido por la causa Los Sauces. Desde la cárcel, sintió la ruptura definitiva. Cristina Kirchner le envió un mensaje que, según él, selló su decisión de colaborar al año siguiente: “De ahora en más te manejás con la plata de tu familia. Yo soy una vieja jubilada y embargada.” Ahí comprendió que estaba solo y decidió hablar.
Los bolsos: la ruta patagónica del efectivo
Su declaración como imputado colaborador fue clave para abrir un escenario desconocido. Manzanares aportó nombres de sociedades, bienes en el exterior y detalles del circuito semanal de dinero que llegaba desde Buenos Aires hacia Santa Cruz.
Según reconstruyó su abogado, Roberto Herrera, basándose en dichos del contador:
“Los bolsos llegaban a Río Gallegos en el avión presidencial y terminaban en la casa de los padres de Néstor. Un par de esos bolsos, calculale entre dos y tres millones de dólares, le llevaban a ‘Polo’ –apodo de Manzanares- para que invierta. Así, todas las semanas.”
Desde allí se alimentaba un entramado financiero que incluía inversiones, sociedades y compras en el exterior. Una de las operaciones más llamativas fue la adquisición de San-Up, la empresa francesa líder en nebulizadores. Gestionada por pedido de Daniel Muñoz, y formalmente comprada a través del testaferro Carlos Cortez, se pagó 34 millones de dólares, el triple de su tasación. Años después, terminaría en quiebra.
Negocios más allá de la cordillera y del continente
Aunque su área de influencia era la Patagonia, Manzanares manejó inversiones y movimientos vinculados con estructuras que terminaban en Nueva York, Miami y otros paraísos societarios. Mucho de ese dinero era administrado o supervisado por Daniel Muñoz, el ex secretario privado de Néstor y Cristina, que acumuló un imperio de propiedades y empresas fuera del país antes de morir en 2016.
El contador solo viajaba a Buenos Aires en contadas ocasiones. Una de las más recordadas ocurrió en 2009: Néstor Kirchner le pidió que hablara con el juez Norberto Oyarbide para cerrar su primera causa de enriquecimiento ilícito. La gestión fue rápida y exitosa. El expediente se archivó en tiempo récord.
El “mexicaneo”: cuando la corrupción se devoraba a sí misma
Con el avance de la investigación, el fiscal Carlos Stornelli documentó un costado inesperado de la trama: miembros de la asociación ilícita robándose entre sí. Los bolsos tenían un destino final: el departamento de los Kirchner en Juncal y Uruguay o la Quinta de Olivos. Pero, en el camino, algunos operadores se tentaban. Stornelli lo resumió así: “Se robaban entre ellos”.
Hubo incluso quienes mandaron a confeccionar bolsos más pequeños para que faltaran 10 mil dólares por unidad sin que los jefes lo notaran. “Contaban por bulto”, explicó el fiscal. “Era tal el volumen, que era imposible contar los billetes con la maquinita.”
El fenómeno también alcanzó a Oscar Centeno, el chofer que escribió los cuadernos. En un viaje, se atrevió a pedirle a Roberto Baratta, mano derecha de Julio De Vido: “Acuérdense un poquito de los pobres, nosotros también puchereamos.” La respuesta fue un gesto de desprecio: Baratta le entregó un bolso… vacío.
Las historias se multiplican: irrupciones en casas donde sospechaban que había dinero escondido, paredes rotas, pozos cavados en patios y hasta muertes que quedaron envueltas en sospecha, como la del ex secretario Fabián Gutiérrez. “Hubo varios robos en casas de distintos secretarios”, resumió Stornelli.
El juicio oral y el regreso de las sombras
Hoy, el juicio de la causa Cuadernos vuelve a poner en escena aquello que parecía exagerado incluso para la ficción: millones de dólares en movimiento continuo, sociedades opacas, traiciones internas, negociados internacionales y un sistema de recaudación clandestino que excedió por completo los márgenes de la política.
Es la radiografía más cruda de una maquinaria de corrupción que, según los investigadores, llegó a manejar cifras incomparables con cualquier otra causa contemporánea. Por supuesto, esto aún debe ser confirmado por la Justicia, porque todos somos inocentes hasta que se pruebe lo contrario.
GZ