La historia argentina, con sus avances, retrocesos y reiteraciones, vuelve una y otra vez como una pregunta inevitable: ¿por qué nos sucede lo mismo? ¿Por qué las crisis aparecen cíclicamente como si repitiéramos un libreto que ya conocemos?, fueron algunas de las ideas centrales en la conversación con el historiador y docente Gustavo Riarte, en su visita a El Living de NewsDigitales. Una charla en la que el historiador sostiene que "comprender el pasado no es un ejercicio nostálgico, sino una herramienta imprescindible para interpretar el presente y, sobre todo, para evitar repetir errores".

Riarte recuerda una premisa que comparten la mayoría de los historiadores: “La historia no es solamente pasado, es puro presente”. Lo que vivimos hoy -esa sucesión de crisis económicas, intentos de recuperación, nuevas caídas y recomienzos- tiene raíces profundas. Y aunque se suele decir que “la historia la escriben los que ganan”, lo cierto es que también la reinterpretan nuevas generaciones que buscan ir más allá de los relatos tradicionales.
En ese sentido, Riarte destaca el aporte del revisionismo histórico, que permitió mostrar matices y dimensiones que no figuraban en las versiones más clásicas. "Ya no alcanza con repetir que San Martín cruzó los Andes impoluto sobre un caballo blanco; hoy sabemos que lo hizo enfermo, cargado de medicamentos y con una fragilidad humana que lo vuelve más real y más admirable. Lo mismo ocurre con figuras como Brown, Belgrano o Rosas, cuyos perfiles se enriquecen cuando se los analiza con herramientas actuales y desde su complejidad ideológica, política y personal", asegura.
"Pero hablar de historia, dice Riarte, también es hablar del presente. Y en ese presente, la educación tiene un papel decisivo". Sin embargo, se enfrenta a un escenario de crisis estructural. En el Conurbano bonaerense -donde él da clases-, la desigualdad social atraviesa el aula. "La mitad de los chicos es pobre y la mayoría de las familias sobrevive en la informalidad laboral. En ese contexto, pretender que un estudiante escuche, lea y piense como si nada pasara es desconocer la realidad emocional y material que lleva a la escuela", enfatiza.

Para el profesor de Historia, la educación ya no se limita a enseñar contenidos: "Muchas veces debe suplir vacíos afectivos, contener, acompañar. Primero hay que enseñarles a amar y a respetar, recién después se puede enseñar matemática, lengua o historia”. Frente a eso, los docentes se transforman no solo en formadores, sino en referentes. Y la erosión del respeto hacia ellos, sumada al aumento de los conflictos escolares, evidencia una crisis moral y de valores que viene escalando desde hace al menos dos décadas.
Riarte también propone mirar al Conurbano desde una perspectiva histórica. En este sentido, explica: "La identidad actual de esa región no nació de la nada: se configuró entre 1940 y 1970, cuando miles de familias del norte argentino y del Litoral migraron masivamente hacia los cordones industriales que crecían alrededor de la capital. Casos como el Operativo Tucumán -que cerró 35% de los ingenios azucareros y obligó a emigrar a cientos de miles de personas- o la retirada de La Forestal del norte santafesino muestran cómo decisiones económicas pueden transformar para siempre el mapa social. Allí, dice, se fundan muchas de las tensiones que todavía atraviesan la vida urbana".
Las repeticiones históricas, los ciclos económicos y la falta de políticas de Estado también forman parte del análisis de Rairte, durante su amena charla con este portal. Atento a estas circunstancias, no duda en afirmar quer "la Argentina, marcada por interrupciones democráticas, cambios bruscos de rumbo y disputas internas, nunca logró consolidar acuerdos básicos como los que España fijó a través del Pacto de la Moncloa (ver foto abajo). Ese déficit —sostiene Riarte— explica en parte por qué ciertos conflictos reaparecen cada década: sin consensos duraderos, cada proyecto empieza de cero".

La conversación también dejó espacio para un punto sensible: la relación entre la dirigencia y la legitimidad. Riarte recuerda una frase de San Martín sobre Rivadavia: “Hay que respetar el cargo aunque se pueda criticar a la persona”. Esa idea -respetar las instituciones incluso en el desacuerdo- parece hoy más ausente que nunca. Y el péndulo político argentino, que va de gobiernos populares a gobiernos liberales, sin escalas ni continuidades, tampoco ayuda a construir estabilidad", argumenta.
Finalmente, el historiador se detiene en el modo en que los próceres fueron reconocidos -o no- en vida. Belgrano murió prácticamente ignorado por una Buenos Aires sumida en una anarquía institucional. San Martín se exilió forzado por el hostigamiento político. Rosas murió lejos del país y tardó más de un siglo en ser repatriado. Incluso el “último gran sanmartiniano”, como define a René Favaloro (foto abajo), terminó su vida sintiendo que la Argentina no había podido honrar los valores que decía defender.

Entender esa historia, con sus contradicciones, sus silencios y sus legados incompletos, no es un acto académico: es un ejercicio de ciudadanía. Y quizás, como concluye Riarte, la pregunta no es si la Argentina puede volver a ser lo que fue, sino si será capaz de construir los acuerdos básicos que necesita para no repetir, una y otra vez, los mismos errores que la historia ya nos mostró demasiadas veces".