por Fede Carestía
El personaje de Eddie Munson, interpretado por Joseph Quinn, se convirtió en la gran revelación y en uno de los favoritos de los fans en la cuarta temporada de Stranger Things antes de su heroica y trágica muerte en el Upside Down. Aunque los hermanos Duffer han confirmado que el personaje no regresará para la quinta y última temporada, su historia dejó una profunda huella, basada en un impactante caso real de la vida en Estados Unidos que sirve de contexto para el temido "Pánico Satánico" de la época.

La introducción de Eddie Munson permitió a los creadores de la serie abordar el Pánico Satánico de los años 80, una histeria que popularizó la creencia de que la adoración al diablo estaba detrás de sucesos violentos y asesinatos. En la ficción, esto se traduce en que, mientras los protagonistas saben que el responsable de las muertes es Vecna, los ciudadanos de Hawkins culpan a Eddie, el líder del club de rol Hell Fire y maestro de Dungeon & Dragons, un juego asociado al ocultismo por el conservadurismo de la época.
La inspiración principal para el arco de Eddie Munson es el trágico caso de los Tres de West Memphis. En 1993, tres adolescentes (Damien Echols, Jessie Misskelley Jr. y Jason Baldwin) fueron acusados y condenados por el brutal asesinato de tres niños de ocho años en Arkansas. La policía y la prensa presentaron el crimen como un sacrificio satánico, y la afición de los jóvenes por el heavy metal y el ocultismo los convirtió en chivos expiatorios perfectos.

Matt Duffer explicó que la "trágica historia" de Damien Echols, uno de los condenados, fue una gran obsesión para ellos, especialmente tras ver el documental Paradise Lost. "Incluso si Eddie hubiera sobrevivido a la temporada, sabés que no habría terminado bien para él", aseguró Duffer, convencido de que la sociedad lo habría "demonizado y culpado de todo". Para los creadores, la muerte de Eddie o su encarcelamiento era el único final posible.
El caso real, que resonó en el personaje de Eddie Munson, no tuvo un desenlace feliz. Los tres jóvenes de West Memphis pasaron 18 años en prisión, más de la mitad de sus vidas, hasta que nuevas pruebas de ADN contribuyeron a su liberación en 2011. Si bien fueron liberados, el verdadero asesino nunca ha sido identificado.