Polonia profundizó su reacción frente al sabotaje que afectó este fin de semana una de las rutas ferroviarias más sensibles del país, clave para el transporte de ayuda hacia Ucrania. Tras confirmar que el ataque fue coordinado por dos ciudadanos ucranianos vinculados a servicios de inteligencia extranjeros, Varsovia anunció medidas inéditas: el cierre del último consulado ruso en territorio polaco, el despliegue de hasta 10.000 soldados y una revisión completa de la seguridad nacional.
La decisión fue comunicada durante una rueda de prensa urgente en la que el ministro de Defensa, Władysław Kosiniak-Kamysz, advirtió que el episodio constituye “una amenaza directa para la estabilidad del Estado”. Según el gobierno, los sospechosos del sabotaje huyeron hacia Bielorrusia, país estrechamente alineado con Moscú, lo que eleva aún más el nivel de preocupación.

El ministro de Exteriores calificó el hecho como un “acto de terrorismo de Estado” y pidió a los países de la Unión Europea que limiten la movilidad diplomática rusa dentro del espacio Schengen. También adelantó que Polonia continuará presionando para que el bloque adopte nuevas herramientas de seguridad frente a operaciones híbridas que combinan espionaje, sabotaje y desinformación.

El primer ministro Donald Tusk reforzó ese mensaje y sostuvo que la explosión registrada en la línea Varsovia–Lublin fue “un ataque sin precedentes” dirigido contra uno de los corredores más importantes para el envío de suministros a Ucrania. Tusk afirmó además que el incidente “no puede analizarse como un hecho aislado”, sino como parte de una serie de intentos por desestabilizar la región mediante acciones encubiertas.
Tras una reunión extraordinaria del Comité Nacional de Seguridad —que incluyó a jefes militares, representantes del presidente y directores de inteligencia— el gobierno ordenó inspecciones en más de cien kilómetros de vías, controles reforzados en estaciones y vigilancia permanente en nodos ferroviarios, plantas energéticas y depósitos logísticos. La presencia militar se combinará con patrullas policiales y equipos especializados en detección de explosivos.

El cierre del consulado ruso marca un punto de quiebre histórico en la relación bilateral. Este edificio, ubicado en Gdańsk, era el último que permanecía operativo tras años de tensiones acumuladas desde la invasión de Ucrania. La decisión deja sin representación consular a Moscú en un momento de máxima tensión diplomática.
Mientras tanto, el Kremlin respondió que la medida “rompe los últimos vínculos formales entre ambos países” y acusó a Varsovia de actuar motivada por “hostilidad política”. Polonia, en cambio, sostiene que su reacción es proporcional a la gravedad del ataque y que actuará “con todos los instrumentos del Estado” si se detectan nuevos intentos de sabotaje.
Las autoridades también confirmaron que el incidente no se limitó a una sola detonación: se registraron daños adicionales en cables y estructuras metálicas de la misma vía férrea, lo que apunta a un plan más amplio para comprometer la circulación de trenes de carga. Aunque no hubo víctimas, el gobierno asegura que el objetivo fue interrumpir el corredor logístico que sostiene buena parte de la asistencia a Ucrania.
Con el despliegue militar ya en marcha y la ruptura diplomática con Rusia en un nivel crítico, Polonia se prepara para una etapa de seguridad reforzada que, según funcionarios del gobierno, comenzará a aplicarse de manera inmediata y se mantendrá “el tiempo que sea necesario”.