Cada 22 de noviembre, Argentina rinde homenaje a una flor que no se conforma con ser sólo una flor. El ceibo, Erythrina crista-galli, para quienes disfrutan darle nombres latinos a lo cotidiano, es la chispa roja que atraviesa la memoria cultural del país. Fue declarada Flor Nacional en 1942 y desde entonces vive entre la botánica, el mito y la identidad.
La leyenda guaraní de Anahí cuenta que era una joven pequeña y de voz encantadora, conocida por un canto capaz de calmar incluso a la selva. Cuando los conquistadores españoles arrasaron su pueblo, ella fue capturada y acusada de haber herido a un soldado mientras intentaba defender a los suyos. La condenaron a morir en la hoguera, y la llevaron atada a un poste para que las llamas la consumieran. Sin embargo, mientras el fuego comenzaba a trepar, Anahí no gritó: cantó. Y ese canto, dicen, alteró el destino.
En medio del resplandor rojo de las llamas, su cuerpo empezó a transformarse ante la mirada atónita de los soldados: en lugar de cenizas, surgió un tronco vivo. Al amanecer, el árbol abrió sus primeras flores, rojas e intensas como el fuego que debía matarla. Así nació el ceibo, cuya flor es la memoria de Anahí: símbolo de resistencia, de belleza surgida del dolor y de un pueblo que, incluso acorralado, se niega a desaparecer.

La flor del ceibo no necesita pedir permiso: florece cuando sube la temperatura, enciende su rojo intenso como quien abre paso en un salón lleno. Crece incluso en suelos poco generosos, y esa terquedad vegetal terminó funcionando como metáfora nacional: avanzar aunque el terreno venga difícil. Está presente en escudos, poemas, canciones y patios familiares. Cada pueblo tiene un ceibo que alguien señala como “el que siempre estuvo ahí”. La celebración del día es, de algún modo, un homenaje a esa persistencia.
Para cerrar el homenaje, una obra que se convirtió en estandarte cultural. El escritor y poeta argentino Leopoldo Lugones dedicó al ceibo un texto que se volvió clásico:
“Ceibo rojo, ceibo ardiente,
flor que incendia la ribera;
sos latido, luz primera
de un país que sigue urgente.
En tu roja primavera
vive un pueblo resistente”.