La preparación de la próxima cumbre del Mercosur quedó envuelta en un clima de incertidumbre que expone las tensiones acumuladas dentro del bloque. El cambio de fecha impulsado por Brasil y la reacción inmediata de Paraguay, sumada a las dudas del presidente argentino Javier Milei sobre su participación, configuraron un escenario donde la diplomacia regional quedó subordinada a desconfianzas políticas y cálculos simbólicos. En este contexto, la posibilidad de avanzar hacia una señal unificada frente a la Unión Europea se vuelve más remota.
La queja formal enviada por Asunción, acompañada por argumentos sobre la alteración de procedimientos y el riesgo de erosionar las prácticas del bloque, dejó en evidencia una grieta que no se limita a una disputa de calendario. Las fricciones reflejan la dificultad del Mercosur para sostener una agenda común cuando los gobiernos se mueven bajo distintas lógicas geopolíticas y prioridades internas. La incertidumbre sobre la presencia argentina, además, agrega una dimensión adicional en un momento en que la visibilidad política del encuentro es clave.
El desacuerdo entre Brasil y Paraguay reveló cómo una decisión operativa puede desencadenar un conflicto mayor cuando el equilibrio interno del bloque es frágil. Para Brasil, mantener la cumbre el 20 de diciembre permitiría obtener una foto estratégica con la Unión Europea, aprovechando el calendario del Consejo Europeo. Para Paraguay, en cambio, el cambio de agenda sin consenso previo introduce un riesgo de precedente institucional que afectaría la estabilidad futura de las reuniones presidenciales.
Las dudas de Argentina amplifican estas tensiones y sitúan al bloque en un punto crítico. La posibilidad de que Milei no participe introduce una señal ambigua hacia socios externos en un momento donde el Mercosur intenta proyectar cohesión. A la vez, el escepticismo argentino sobre favorecer políticamente a Brasil evidencia la persistencia de diferencias ideológicas que condicionan los gestos multilaterales. La suma de estos factores convierte a la cumbre en un test de la capacidad real del bloque para actuar colectivamente.
#MercosurMondays
— BUSINESSEUROPE (@BusinessEurope) November 17, 2025
The #EUMercosur agreement will strengthen Europe’s access to critical raw materials, essential for the green and digital transitions.
A stable, predictable partnership with key Mercosur producers will benefit businesses on both continents.#EUMercosutNow pic.twitter.com/dzpKe10Yb3
Si la cumbre se debilita o se posterga, el Mercosur enfrentará un costo diplomático que excede la coyuntura. La falta de alineamiento interno puede ser interpretada por actores externos como un signo de dispersión estratégica, afectando no solo la negociación con Europa, sino también la percepción de confiabilidad del bloque. Esta situación podría reactivar debates sobre la flexibilidad interna y la necesidad de mecanismos que permitan avanzar aun sin unanimidad, una discusión históricamente resistida.
For more than 25 years, European businesses have been waiting to profit from the #EU-Mercosur Agreement:📦new export opportunities,📊boosting mutual trade & investment🛡️securing access to critical raw materials & technologies.
— Eurochambres (@Eurochambres) November 21, 2025
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Más allá de la logística y los desencuentros actuales, el episodio pone en cuestión el rumbo del Mercosur en un contexto global que exige mayor coordinación. Las decisiones que adopten Brasil, Paraguay y Argentina en los próximos días serán determinantes para definir si el bloque puede reposicionarse como actor regional coherente o si continuará atrapado en disputas que reducen su impacto internacional. Lo que está en juego no es solo una fecha, sino la capacidad del bloque para sostener credibilidad y rumbo político.