La UCR definió que el 12 de diciembre en la sede nacional partidaria se elegirá al sucesor de Martín Lousteau al frente del Comité Nacional. Es el cierre formal de un ciclo que nunca logró sintetizar al radicalismo entero y que culmina con el senador cada vez más aislado por su línea crítica frente al Gobierno de Javier Milei. Dentro del partido ya hablan del “ocaso Lousteau”.
En una organización diezmada en el Congreso y dividida en bloques, el nombre que corre con ventaja es el del gobernador de Corrientes, Gustavo Valdés, el único radical que ganó en su provincia sin depender de un acuerdo resignado con La Libertad Avanza. Su triunfo lo colocó en la cima de la estructura partidaria con fuerza real para ordenar y disciplinar al resto.
Desde Mendoza, Alfredo Cornejo observa el movimiento y mantiene la incógnita. Aunque también ganó, su armado estuvo condicionado por la Casa Rosada y algunos delegados temen que intente plantear una interna para disputarle la conducción al correntino. Cercanos al exgobernador señalan que hoy su prioridad es gestionar, pero en la UCR nunca se baja a nadie hasta el final.
Más relegado aparece Maximiliano Abad, afectado por el derrumbe del radicalismo bonaerense tras las elecciones, y directamente sin chances el histórico Mario Negri, que ni siquiera es delegado. En las negociaciones previas también pesa la necesidad de recomponer los bloques parlamentarios y evitar que la conducción partidaria quede en manos de algún extremo que complique la unidad.
Todo indica que la nueva UCR será más condescendiente con Milei que en tiempos de Lousteau. Mientras el senador se acerca al espacio Provincias Unidas, el radicalismo se rearma con la mira puesta en sobrevivir, recuperar territorio y evitar quedar reducido a un socio menor sin influencia en el tablero nacional. El 12 de diciembre, más que un nombre, se define una estrategia de poder.