Guinea-Bissau celebró este domingo una de las elecciones más tensas de su historia reciente. El presidente Umaro Sissoco Embaló, que llegó al poder en 2020, aspira a convertirse en el primer mandatario en tres décadas en lograr un segundo mandato consecutivo. Su intento se da en medio de un fuerte clima de polarización, con once candidatos de la oposición disputando una contienda donde la confianza pública en las instituciones electorales y judiciales es limitada.
La votación se desarrolla en un país acostumbrado a la inestabilidad: desde su independencia, Guinea-Bissau ha sido escenario de múltiples golpes de Estado, intentos fallidos de insurrección militar y ciclos de violencia política que han debilitado al sistema democrático. Aunque Embaló ha prometido estabilidad y desarrollo, especialmente en infraestructura y acceso al agua, sectores opositores denuncian que su administración ha contribuido a una mayor concentración de poder y que su permanencia podría profundizar las tensiones.
Competencia ajustada
Entre los once aspirantes destaca Fernando Dias, respaldado por el histórico PAIGC, el partido que lideró la independencia del país. Sin embargo, por primera vez, el PAIGC no pudo presentar un candidato propio, una exclusión que ha generado críticas y cuestionamientos sobre las condiciones de equidad electoral. Aun así, la oposición busca capitalizar el desgaste del gobierno en áreas como seguridad, economía y transparencia institucional.
La posibilidad de una segunda vuelta aparece como un escenario altamente probable si ningún candidato logra superar el 50% de los votos. En un entorno donde los equilibrios políticos son delicados y donde los actores armados e intereses externos —incluyendo redes de narcotráfico— suelen influir, el proceso de conteo y validación de resultados será determinante para evitar un nuevo episodio de crisis.

Más allá de la contienda inmediata, Guinea-Bissau enfrenta problemas profundamente arraigados. El país sigue siendo un punto estratégico para el tráfico de drogas hacia Europa, situación que erosiona la seguridad interna y facilita la penetración de redes criminales en la política. Además, la debilidad institucional y la falta de cohesión entre poderes del Estado generan incertidumbre sobre la capacidad del país para sostener un mandato presidencial sin sobresaltos.
President Umaro Sissoco Embalo seeks re-election in Guinea-Bissau on November 23, aiming to be the first incumbent to win in three decades https://t.co/0bpr62AJa6 pic.twitter.com/qLYbWPzPid
— Reuters (@Reuters) November 18, 2025
El desenlace de estas elecciones será clave para definir si Guinea-Bissau puede avanzar hacia una etapa de mayor estabilidad o si continuará atrapada en un ciclo de fragilidad política. El comportamiento de los candidatos en la etapa poselectoral, la transparencia del proceso y la respuesta de los organismos regionales serán factores decisivos. En un país donde la democracia ha sido intermitente, cada voto no solo elige a un presidente: también define la posibilidad de construir un futuro menos vulnerable.