Mientras Marruecos avanza con obras millonarias, nuevos aeropuertos y la renovación de infraestructuras para recibir a millones de turistas durante el Mundial 2030 -evento que organizará junto con España y Portugal, cuya designación fue confirmada oficialmente por la FIFA el 11 de diciembre de 2024-, un costado menos visible del país desata indignación internacional: las recurrentes matanzas de perros callejeros, denunciadas por ONGs desde hace más de una década pero intensificadas en los últimos años. Como parte del mismo acuerdo, la FIFA también estableció que tres partidos inaugurales de celebración por el centenario del Mundial se jugarán en Uruguay, Argentina y Paraguay.
Marruecos convive desde hace mucho con una extensa población de perros sin dueño, conocidos como kelb zbel. Convivencia, turismo, pobreza estructural y falta de castración masiva generaron un ecosistema donde miles de animales circulan libremente en ciudades como Marrakech, Agadir, Casablanca, Tánger o Essaouira.
Pero en lugar de planes sistemáticos de vacunación y esterilización, muchos municipios continúan recurriendo a métodos letales, principalmente disparos nocturnos o envenenamiento. Varias organizaciones locales -como SFT Animal Sanctuary y HS Maroc- documentaron operativos enteros durante la madrugada, a menudo antes de visitas oficiales, festivales o temporadas de turismo.
La denuncia es clara: las matanzas no son políticas sanitarias, sino respuestas rápidas para “limpiar” zonas urbanas cuando la presión internacional o el movimiento turístico aumentan.

Desde que Marruecos fue confirmado como coanfitrión del Mundial 2030, el país vive un proceso acelerado de construcción y embellecimiento de espacios públicos. Nuevas líneas de transporte, hoteles, avenidas renovadas y planes de modernización se presentan bajo un mismo lema: mostrar un Marruecos estable, moderno y seguro.
Pero activistas aseguran que esta modernización tiene un lado oscuro. Cada vez que se aproxima un gran evento -cumbres africanas, ferias turísticas, reuniones de Estado- se multiplican los reportes de exterminio de perros callejeros, especialmente cerca de aeropuertos, plazas centrales y zonas históricas.
Para ellos, la correlación es directa: los operativos buscan eliminar animales visibles que “afecten la imagen del país”, algo que podría intensificarse a medida que se acerque el Mundial. Expertos veterinarios y organismos internacionales sostienen que matar animales no reduce la población a largo plazo. Cuando un territorio queda vacío, otros perros vuelven a ocuparlo, generando ciclos continuos de matanzas.

Las ONGs impulsan el modelo TNR (captura, castración y liberación), acompañado de vacunación antirrábica, identificación y control supervisado. Ciudades como Chefchaouen y partes de Marrakech han empezado a probar este sistema, con buenos resultados, pero su implementación es desigual y carece de apoyo financiero estatal. Además, Marruecos no cuenta con una ley nacional de bienestar animal moderna, lo que deja las prácticas municipales sin un marco claro ni mecanismos de control.
Desde 2022, se viralizaron videos de perros agonizando en la vía pública y operativos nocturnos en zonas turísticas. Influencers de viajes, turistas europeos y hasta deportistas que visitaron el país compartieron imágenes y testimonios que llegaron a la prensa global y generaron pedidos de boicot.
El hashtag #StopKillingDogsMorocco se convirtió en un símbolo del reclamo internacional, interpelando directamente al gobierno marroquí antes del evento deportivo más visto del planeta.

A medida que se acerque 2030, Marruecos tendrá dos caminos posibles:
Reforzar la imagen internacional y adoptar políticas modernas, con apoyo de ONGs, ONU Hábitat y asociaciones veterinarias.
Profundizar operativos de exterminio para responder a la presión turística, arriesgando una crisis reputacional durante un Mundial que apunta a ser una vitrina global.
Por ahora, las señales son contradictorias: mientras algunas ciudades ensayan programas humanitarios, otras continúan con operativos letales sin anuncios oficiales ni informes públicos. Lo único seguro es que, a ocho años del evento, el tema ya forma parte del debate global. Y promete ocupar un lugar incómodo pero inevitable en la conversación sobre el rol de Marruecos como sede del Mundial 2030.