26/11/2025 - Edición Nº1023

Policiales

El caso del líder de la secta rusa

“Se está muriendo en prisión”: la esposa de Konstantin Rudnev denuncia abandono médico y maltratos

24/11/2025 | Tamara Rudneva cuestiona a la Justicia de Bariloche, afirma que su marido es “absolutamente inocente” y asegura que vive una situación “como en una película de terror”.



Tamara Rudneva habla pausado y con la ayuda de un traductor. Dice que se siente “como el personaje de la última película de Natalia Oreiro”, una mujer que visita a su hijo en la cárcel. En su caso, se trata de su esposo, Konstantin Rudnev, el líder de una presunta secta rusa que fue detenido en marzo pasado en el aeropuerto de Bariloche y que actualmente está alojado en el penal federal de Rawson, acusado por trata de personas. Según ella, se encuentra “muy mal” y “cada vez peor”.

El caso se inició el día en que ambos fueron detenidos en el aeropuerto de Bariloche, cuando estaban por viajar a Buenos Aires para ir a Brasil. Reclama que Rudnev fue “condenado por la prensa y no por la Justicia”, y sostiene que “los medios de comunicación durante varios meses reflejaron solamente la versión de la Fiscalía de Bariloche y datos no oficiales que se demostró que no eran reales”.

En la misma línea recuerda que “dijeron que había transporte de drogas y se comprobó con un peritaje de Gendarmería Nacional que no había drogas. Dieron negativo todos los peritajes, no algunos, todos”. Añade que también “se difundió que había un pedido de captura de Interpol… y eso era falso”.

La situación actual del líder ruso, señala, es crítica. “Se encuentra muy mal. Prácticamente no come nada”, resume. En cada visita, asegura, enfrenta el mismo cuadro: “Tiene una debilidad enorme, teme perder el conocimiento por el cansancio y la debilidad que padece”. Explica que padece fibrosis pulmonar, “una enfermedad incurable” diagnosticada en 2014, y que “lleva once años con esa enfermedad, que progresa y no se trata”.

Describe dificultades permanentes para comunicarse con médicos y guardias. “Me angustia mucho porque sufre de disnea constante”, cuenta. Según su testimonio -publicado por el diario Perfil-, los profesionales en la cárcel “se comunican con él mediante el traductor de Google, que muchas veces ni siquiera saben usar”.

Además, detalla que Rudnev debe escribir en papeles para explicar cómo se siente y que “el traductor de Google apenas reconoce su letra”. Relata, por otra parte, que durante meses tomó “tres pastillas sin entender para qué eran”, y que los enfermeros “le revisaban la boca, como si estuviera en un hospital psiquiátrico, para comprobar si las había tragado”. Agrega que “incluso perdió el conocimiento” por el efecto de esos medicamentos, que -según afirma- le suministraron “por un diagnóstico erróneo”.

La desconfianza hacia la atención penitenciaria se profundizó después de esos episodios. “Por los errores que cometieron no quiere que lo traten allí los médicos de la cárcel”, explica. También cuestiona la atención en el hospital local: “Tampoco pudieron realizarle los exámenes adecuados”. Sostiene que los únicos médicos que conocen su historia clínica son Luis Ernesto Sarotto y Mariano Duarte. “Lo han atendido y estudiado su historia clínica… ha perdido treinta kilos y se siente terrible”, asegura.

Rudneva sostiene que su esposo permanece “absolutamente sin culpa, sin pruebas ni acusaciones debidamente sustentadas”, y que la situación le provoca una sensación extrema. “Da la impresión de que intentan matarlo deliberadamente”, afirma. Asegura que existe una orden judicial que indica que deben comunicarse con él a través de un traductor, pero que “esa disposición no se cumple en la prisión de Rawson”.

La relación entre ambos quedó reducida a visitas breves. “Cada vez que lo veo en prisión, no puedo contener las lágrimas”, cuenta. Dice que lo encuentra “cada vez más delgado”, que “le cuesta moverse, le cuesta hablar, se cansa mucho”. En esos encuentros asegura sentir que “a veces parece a punto de desmayarse”. Describe un clima de sufrimiento compartido donde observa a otras familias y niños que preguntan: “Papá, ¿cuándo vas a volver a casa?”. Para ella, la despedida siempre es igual: “Cada vez que me despido de él, lloro sin parar”.

También cuestiona el proceso judicial y el escenario que enfrentan como extranjeros. “No comprendo cómo… se puede encarcelar a una persona inocente -sin pruebas, sin víctima, sin fundamento alguno-, solo por un caso completamente fabricado y falsificado”. Insiste en que “todos saben que el caso está manipulado”, y que, aun así, su esposo permanece detenido. “Realmente empiezo a pensar que esto parece una orden para acabar con su vida”.

Saburova explica que eligieron Argentina buscando distancia de Rusia y una vida tranquila. “Vinimos a la Argentina buscando tranquilidad y un lugar donde pudiéramos vivir en paz”, recuerda. Dice que en Rusia su esposo había sufrido persecución, que “lo condenaron injustamente a once años de prisión” y que en Montenegro “comenzó nuevamente la persecución”. Por eso eligieron Bariloche: “Él ama la naturaleza… por eso vinimos a Argentina, a lo que considerábamos el lugar más bello”.

Sobre el operativo que terminó con su detención, relata que fue “extremadamente agresivo”. Afirma que en el aeropuerto “nos detuvieron de forma muy violenta… a Konstantin le pusieron esposas y lo empujaron contra la pared”. Asegura que a las mujeres rusas presentes las esposaron “sin ninguna explicación” y que pasaron horas “sin traductor” y “sin saber por qué estábamos detenidas”. Describe un ambiente hostil: “Nos trataron como si fuéramos criminales peligrosos”. Afirma que incluso fueron “registradas desnudas” y obligadas a firmar documentos en español que no comprendían.

La acusación principal, aquella que se refiere a la supuesta víctima identificada como RT, la considera inverosímil. “Sé con certeza que ella no es una víctima”, sostiene. Recuerda que la joven “afirmó que no era víctima de nadie”, y que escribió una carta al juez “diciendo que no es víctima de nada ni de nadie” y denunciando a fiscales y personal del hospital. En su interpretación, todo esto “parece una operación política”, incluso “un encargo desde Moscú”. Afirma que a los detenidos los vincularon “sin relación alguna entre sí”, incluidos ciudadanos “rusos, armenios, ucranianos”, y que a todos los acusaron de integrar una organización criminal. “Eso es absurdo”, señala.

Saburova sostiene que también enfrentan cargos relacionados con drogas y trata, denuncias que califica como fantásticas. “No podía creerlo… parecía sacado de una película”. Describe la utilización de figuras penales como un mecanismo que, según ella, funciona como “una excusa legal” y recuerda un dicho ruso: “Si hay una persona, se encontrará el artículo”.

Hoy, la principal preocupación es la supervivencia de su esposo. “No sé si la próxima vez que vaya a visitarlo estará vivo”, confiesa. Asegura que Rudnev “lleva ya siete meses en prisión” y que “es inocente”. Con esa convicción hace un pedido directo: “Solo pido que liberen a mi esposo… aunque sea bajo arresto domiciliario”. También reclama que pueda recibir atención médica adecuada y que lo trasladen “a un hospital donde realmente puedan ayudarlo”.