Patricia Bullrich fracasó en su primera misión como jefa de La Libertad Avanza en el Senado al no lograr el desplazamiento del puntano Bartolomé Abdala como presidente provisional, una jugada que había sido diseñada por Karina Milei para recortarle poder a Victoria Villarruel. Pero la vicepresidenta se impuso en la primera pulseada interna y mantuvo a su hombre en el cargo.
La ministra de Seguridad había llegado al Senado con ímpetu y la idea de reducir al mínimo la influencia de Villarruel en la Cámara. Sin embargo, el intento de recambio para diciembre naufragó rápidamente y, por ahora, Abdala seguirá hasta febrero, cuando se elijan nuevas autoridades. En paralelo, el equipo de la vicepresidenta ya mira más lejos y aseguran que tiene un nombre propio para quedarse con la estratégica Secretaría Administrativa, el área que maneja la caja del Senado.
El traspié se suma a otra derrota silenciosa para Bullrich: su intento de convertirse en la interlocutora de la Casa Rosada ante los senadores. En las reuniones con Camau Espínola y Eduardo Vischi, le dejaron claro que la negociación pasa por los gobernadores y que el verdadero canal político hoy es Diego Santilli, quien se quedó con el control de las conversaciones clave.
A esto se agregan fricciones con los senadores libertarios que asumieron en 2023 y que ahora quedaron marginados por decisión directa de Karina, lo que generó un clima interno enrarecido. La ministra intentó mostrar músculo haciendo trascender que había frenado la sesión del peronismo para avanzar con la ley que limita los DNU, pero en Diputados lo desmienten.
En la Cámara baja aseguran que lo que existió fue un entendimiento entre Santilli y los gobernadores para retomar la discusión con la nueva composición del Congreso. Bullrich quedó así doblemente desairada: sin capacidad para mover piezas en el Senado y afuera de la negociación de los decretos, un terreno donde buscaba exhibir poder propio.