Lo que muchos creyeron un meme terminó convertido en uno de los fenómenos digitales más llamativos del año: una parroquia católica de Chiclayo, en Perú, decidió abrir una catedral dentro de Roblox, donde un sacerdote real oficia misas virtuales todas las noches para decenas de jugadores conectados desde distintos países.
La iniciativa nació dentro de “Chiclayo Eterno”, un proyecto creado por jóvenes desarrolladores peruanos que buscaba recrear digitalmente la ciudad dentro del universo de Roblox. La meta original era turística y cultural: reproducir calles, plazas y edificios emblemáticos. Pero lo que empezó como una maqueta 3D terminó derivando en algo mucho más grande: una parroquia virtual activa, con horarios, congregación y creciente popularidad.
Para entender el fenómeno, Roblox no es un juego en sí mismo, sino una plataforma de creación y experiencias. Nació en 2006 de la mano de David Baszucki y Erik Cassel, y creció hasta convertirse en un ecosistema donde los usuarios pueden crear mundos, programar juegos propios, montar simuladores, ciudades enteras o eventos sociales.
A diferencia de otros videojuegos tradicionales, Roblox funciona como un metaverso abierto: miles de “experiencias” conviven dentro de un mismo entorno, todas creadas por la comunidad. Desde conciertos virtuales hasta escuelas, restaurantes, roleplays, tiendas, clases y espacios religiosos, casi cualquier idea puede transformarse en un mapa jugable. Con millones de usuarios, especialmente adolescentes y jóvenes, Roblox se volvió un espacio social tanto como un espacio de entretenimiento.
David Baszucki, cofundador y CEO de Roblox, la plataforma que permitió que una parroquia peruana lleve la misa al metaverso.Dentro de este metaverso nació “Chiclayo Eterno”, una recreación tridimensional de la ciudad peruana. Entre sus edificios más cuidados está la Catedral de Chiclayo, un templo del siglo XIX que es uno de los símbolos arquitectónicos de la región. La réplica digital resultó tan atractiva que los propios administradores del servidor decidieron darle un uso más allá del turismo virtual: permitieron que un sacerdote celebrara misa dentro del juego, utilizando el altar, las bancas y los pasillos diseñados por los desarrolladores.
Hoy, la misa se celebra todas las noches a las 19:00 (hora de Perú). Los fieles se conectan al servidor, toman asiento con sus avatares y siguen la ceremonia transmitida por voz. Algunas noches la misa es en vivo; otras, utilizan grabaciones para mantener la continuidad. En fechas especiales, como octubre, incluso incorporaron el anda del Señor de los Milagros, la gran estructura procesional que cada año recorre las calles de Perú durante la festividad morada, y que aquí fue replicada en versión digital dentro del templo virtual.

La noticia explotó en TikTok, donde los videos de la ceremonia virtual se viralizaron rápidamente. Lo que parecía una broma se volvió una práctica cotidiana: adolescentes entrando a Roblox para “ir a misa”, algunos por fe, otros por curiosidad o humor, pero todos generando una comunidad inesperada alrededor de un templo digital. En el interior de la catedral virtual, la dinámica recuerda a una misa tradicional: el sacerdote saluda, los avatares se ordenan en las bancas, hay momentos de silencio y se reproduce música sacra. Todo, en un entorno rodeado de gráficos de videojuego.
El caso expone un fenómeno cultural más profundo:
Una Iglesia que busca nuevas formas de llegar a los jóvenes, en plataformas donde pasan gran parte del día.
Una generación digital que naturaliza la convivencia entre lo espiritual y lo virtual.
Un mundo gamer que amplía sus usos más allá del entretenimiento para crear espacios de comunidad auténtica.
Aunque para la Iglesia Católica la misa dominical sigue considerándose una práctica presencial, este tipo de iniciativas aparecen como herramientas pastorales que permiten acercar la fe a quienes difícilmente pisarían un templo físico.
La réplica digital de la Catedral de Chiclayo, donde cada noche se celebra misa con avatares.El fenómeno también abre interrogantes que antes parecían impensados. ¿Cómo se redefine la comunidad cuando la parroquia deja de ser un edificio y pasa a ser un mapa dentro de un juego? ¿Hasta qué punto un avatar puede participar de un rito que, durante siglos, se sostuvo en la presencia física, el gesto y el cuerpo? Y, sobre todo, ¿qué significa para la Iglesia que miles de jóvenes encuentren en un videojuego su primer contacto con la fe?
Mientras esas preguntas se discuten, lo concreto es imposible de ignorar: la parroquia virtual de Chiclayo sigue llenándose todas las noches, señal de que, en pleno 2025, la espiritualidad también empieza a reclamar su propio espacio en el metaverso. Y puede que esta catedral de píxeles, nacida casi por accidente, termine marcando un anticipo de hacia dónde pueden migrar, por convicción, curiosidad o simple hábito digital, las comunidades del futuro.