El anuncio del expresidente estadounidense Donald Trump de otorgar un indulto total al exmandatario hondureño Juan Orlando Hernández, condenado a 45 años por narcotráfico, reconfiguró el eje político entre Washington y Tegucigalpa. La decisión, interpretada por su equipo como un acto de reparación frente a una sentencia considerada excesiva, busca marcar distancia con el enfoque punitivo de administraciones anteriores y abrir un nuevo capítulo en la relación bilateral. El movimiento se dio en un contexto regional donde la seguridad y la cooperación antinarcóticos vuelven a ocupar un lugar central.
La lectura interna del trumpismo sostiene que el caso Hernández fue manejado con criterios inconsistentes, mezclando política, justicia y rivalidades internas dentro del aparato de seguridad estadounidense. Bajo ese marco, el indulto se posiciona como un intento de restablecer parámetros de proporcionalidad y enviar un mensaje de que Washington puede reconsiderar decisiones judiciales cuando existen dudas sobre su equilibrio. La iniciativa fue recibida con respaldo por sectores conservadores hondureños que cuestionaron desde el inicio la dureza de la condena.
El anuncio también se interpreta como un gesto de reposicionamiento geopolítico. Para Trump, Honduras permanece como un actor clave en la arquitectura migratoria y de seguridad regional, y la situación de su expresidente actuaba como un obstáculo simbólico para recomponer canales de diálogo. El indulto permitiría desactivar ese elemento y crear condiciones para una cooperación más fluida, especialmente en materia de control fronterizo, lucha contra el crimen organizado y alianzas estratégicas.
Washington busca además evitar que la percepción de injusticia alrededor del caso sea utilizada por otros actores extrahemisféricos para erosionar su influencia. La liberación de Hernández, desde esta óptica, funcionaría como un ajuste destinado a impedir que Centroamérica profundice su diversificación diplomática hacia potencias rivales. El mensaje es claro: Estados Unidos está dispuesto a revisar decisiones pasadas para fortalecer alianzas presentes.
Gracias, presidente Trump, por hacer justicia y conceder el indulto presidencial en el caso del expresidente hondureño Juan Orlando Hernández, quien fue incriminado por Biden por un supuesto tráfico de drogas que nunca existió.
— Roger Stone (@RogerJStoneJr) November 28, 2025
Desde hace mucho tiempo he abogado por un indulto… pic.twitter.com/DdfEou56o7
Dentro de Honduras, el anuncio de Trump reactivó el debate sobre la relación entre justicia nacional y decisiones tomadas en tribunales estadounidenses. Para sectores afines al Partido Nacional, el indulto representa la validación de una narrativa que siempre defendieron: que la causa contra Hernández estuvo atravesada por exageraciones, testimonios contradictorios y presiones externas. El perdón ofrece, en ese sentido, una plataforma para reivindicar a un sector político debilitado tras años de desgaste.
JUST IN: Trump says he’ll issue a “Full and Complete Pardon” to former Honduran President Juan Orlando Hernández, convicted of drug trafficking last year in the US and sentenced to 45 years in prison.
— Republicans against Trump (@RpsAgainstTrump) November 28, 2025
The most lawless president in history. pic.twitter.com/CkLEUtuBWD
De concretarse, el indulto podría acelerar una fase de recomposición institucional y política, al reducir la polarización asociada al caso y abrir espacio para una agenda enfocada en desarrollo, gobernabilidad y cooperación internacional. En una región marcada por tensiones, incertidumbre judicial y disputa de influencia, la movida de Trump se proyecta como una señal de voluntad política que redefine las reglas del juego y ofrece a Honduras la oportunidad de reposicionarse como un aliado estratégico de Washington.