La transformación del agro en pieza clave de la gobernanza climática quedó evidenciada en dos escenarios sucesivos: la Declaración de Emiratos lanzada en la COP28 y la estrategia del IICA en la COP30 de Brasil. En Dubái, más de 150 países reconocieron que los sistemas alimentarios deben integrarse a los compromisos climáticos, lo que abrió una puerta política inédita. En Belém, el IICA aprovechó ese nuevo marco global para demostrar que las Américas ya aplican modelos productivos de baja emisión, innovación agrícola y protección ambiental.
Ambos procesos avanzan sobre un diagnóstico compartido: el sector agrícola ya no puede ser tratado como un mero emisor, sino como un componente crítico para sostener la seguridad alimentaria global frente a un clima más extremo. La Amazonia y el desierto, convertidos en vitrinas simbólicas, exhiben vulnerabilidades distintas pero complementarias. Allí se consolidó una narrativa que combina productividad, transición tecnológica y resiliencia rural.
El vínculo entre ambas COP se expresa en la convergencia de actores y prioridades. La Declaración de Emiratos impulsó la integración de agricultura y alimentos en las NDC y los planes nacionales de adaptación, mientras que el IICA utilizó la COP30 para mostrar la traducción práctica de ese compromiso global. En la Casa de la Agricultura Sostenible de las Américas se presentaron acuerdos de financiamiento, proyectos agroforestales y herramientas digitales que buscan acelerar la transición en territorios rurales concretos.
Esa cooperación se sostiene en alianzas público‑privadas que abarcan gobiernos, organismos multilaterales y grandes empresas tecnológicas y agroindustriales. Tanto en Dubái como en Belém, prevalece la idea de que la innovación científica es indispensable para sostener la producción en un contexto de mayor presión climática. El énfasis compartido en los pequeños productores evidencia que la transformación solo es viable si incluye a las comunidades más vulnerables.
La cumbre del clima COP30 se cerró sin mencion en la declaración final de los fósiles, los cuales producen los gases de efecto invernadero, por la quema de combustibles fósiles. Solo el acuerdo final consensuado en Dubái, fue imposible de repetir en Azerbaiyán y en Brasil. pic.twitter.com/Fr9n56QYZn
— Vicente Villarroel (@Vicente22032681) November 29, 2025
Aunque comparten diagnósticos, la Declaración de Emiratos y el despliegue del IICA siguen rutas diferentes. La primera funciona como un marco político de alcance global que fija principios y compromisos generales, pero exige trabajo adicional para convertirse en políticas nacionales efectivas. La segunda opera en la escala regional con resultados tangibles, desde el fortalecimiento de la agricultura tropical hasta proyectos de prevención de incendios y sistemas agroforestales en la Amazonia.
Incendio en el Pabellón de Emiratos Árabes en la COP30 de Belém: Ardió el “Climate UAE Pavilion” en la Zona Azul. Evacuaron a delegados; bomberos controlaron el fuego. Se investigan las causas. La cumbre sigue adelante. #COP30pic.twitter.com/zzIpAugIpJ
— Pulso Latam (@PulsoLatam) November 20, 2025
La combinación de ambos niveles permite trazar un mapa más claro de la nueva diplomacia climática del agro. A partir de Dubái y Belém emerge una arquitectura donde las grandes declaraciones se encuentran con la capacidad operativa de instituciones regionales. Esa articulación abre la posibilidad de que las Américas se posicionen como proveedoras de soluciones climáticas globales mientras refuerzan su rol en la seguridad alimentaria.