Gabriela Arias Uriburu no necesita presentación: su historia conmovió a la Argentina en los 90, cuando el padre de sus tres hijos se los llevó a Jordania desde Guatemala en medio de un conflicto judicial que marcó un antes y un después en materia de derechos de la infancia.
Hoy, embajadora de la Paz, escritora y fundadora de la ONG "Foundchild, Niños Unidos por el Mundo”, visitó El Living de NewsDigitales y conversó sobre un nuevo capítulo de su recorrido personal: las constelaciones familiares, disciplina que -dice- le permitió comprender el trasfondo profundo de los patrones que atravesaron a su familia durante generaciones.

“En 2006 fue mi primera constelación. Llegué ahí por un hecho puntual: mi hermana me llamó para decirme que mi sobrina vivía una situación muy similar a la que yo había atravesado. Ahí me dijo: ‘Se está repitiendo el patrón’”, cuenta.
La historia familiar de Gabriela resulta, para ella, la llave de comprensión de casi todo lo que vivió. Una prima salteña le reveló un dato que nunca había escuchado: su abuela paterna había perdido la tenencia de sus hijos en 1800, en una época donde esas decisiones quedaban en absoluto silencio. “Ahí entendí que en mi familia el tema de la separación, la pérdida o la ruptura del vínculo entre padres e hijos venía de muy atrás. No era solo mi historia”, afirmó, de manera contundente.

Años más tarde, su sobrina atravesaba un divorcio complejo en Estados Unidos, y su exmarido anunció que pelearía por la tenencia de su hija. “Era exactamente el mismo patrón”, dice Gabriela. “Mi hermana fue la primera en verlo con claridad: esto no empieza ahora”. Ese fue el motor que la llevó a su primera constelación familiar. “Fue un viaje de ida -admite-. Me di cuenta de que el problema no era el conflicto puntual entre dos personas, sino lo que cada uno traía de su propio sistema familiar”.
En las constelaciones, asegura Gabriela, encontró respuestas que no había encontrado en años de abordajes legales, terapias y procesos personales. “Creemos que el conflicto empieza con una pelea, una separación, un enojo. Pero en realidad viene de mucho antes. Cuando uno no está disponible para resolver un dolor del pasado, eso baja a la siguiente generación”, explica.
Durante su primera experiencia vio tres desórdenes muy antiguos de su historia familiar: abandono, exclusiones y secretos, temas que -asegura- se propagaron durante décadas sin resolverse. “La vida es compensación. Lo que no se resolvió en una generación, la siguiente intenta repararlo”, sostiene.

Cuando vivió la separación forzada de sus hijos, Zahira, Karim y Sharif, Gabriela tenía 32 años. Esa experiencia fue, como ella misma define, “devastadora”, pero también la que dio origen a su misión. “A mí me transformó la maternidad. No se trataba de mi dolor como adulta, sino del derecho de mis hijos a no quedar atrapados en un conflicto”.
Dice que no quiso contar su historia desde un lugar de víctima, sino desde el lugar del niño. Y por eso creó la ONG "Niños Unidos por el Mundo", una organización dedicada a proteger a la infancia en contextos de conflicto parental, impedimento de contacto o violencia vincular. “Yo veía la tragedia en ellos. Necesitaba dejarles un territorio psíquico sano para que puedan armar su vida”, relata. Y sostiene que lo logró: “Hoy los veo armando sus familias. Eso me da la certeza de que algo en el sistema empezó a repararse”.

Gabriela asegura que la pandemia fue un punto de quiebre colectivo. “Nos cerró la puerta hacia afuera, pero nos abrió todas las puertas hacia adentro. Tuvimos que mirar lo que no queríamos ver”, reflexiona.
Para ella, ese proceso conecta con lo que Carl Jung llamó “la sombra”: aquello inconsciente que cargamos sin saberlo. Y, como explica, es lo que las constelaciones permiten iluminar: “Lo que un ancestro vivió y no pudo resolver aparece en un descendiente en forma de conflicto, enfermedad, adicción o repetición”.
Uno de los conceptos que Gabriela trabaja a diario es el de las implicancias: cuando un hijo toma una responsabilidad que no le corresponde, por lealtad al sufrimiento de un padre o una madre. “Cuando un hijo dice: ‘Lo hago por vos’, deja de ser hijo. Y ahí empieza el desorden. Ese niño después no puede avanzar en la vida, en lo laboral, en lo afectivo, en el dinero. Está atado a un dolor que no es suyo”, explica.
Por eso, insiste, el trabajo con la infancia es esencial. “Un niño es 50% mamá y 50% papá. Luchar contra esa biología es luchar contra uno mismo”., puntualizó.
Gabriela sostiene que las constelaciones, la biodescodificación y los nuevos abordajes del trauma hoy permiten desarmar patrones muy antiguos de una manera más profunda y eficaz. Pero advierte: “No es que uno constela y se libera para siempre. La vida te vuelve a mostrar lo que falta. El trabajo es continuo”.

A casi veinte años de su primera constelación, resume su recorrido con una certeza: “Todo lo que viví tenía un sentido. Fui un eslabón. Algo se tenía que resolver y, por lo que veo hoy en mis hijos, empezó a resolverse”.
Por último, Arias Uriburu hizo referencia a su nuevo emprendimiento junto a Jimena Pettinato y Paula Cullaré, Howe. Una plataforma digital en la que los niños crean su propio mundo de manera virtual a partir de diferentes herramientas tecnológicas. "Vendría a ser como la casa mágica de los chicos".