“¿Será cierto que está redactado? Nosotros no sabemos nada”, lanzó Sola, quien advirtió que la falta de información abre la puerta a cualquier hipótesis. Según el dirigente, la reforma podría terminar replicando la lógica del DNU 70/23, guiada más por una mirada ideológica que por soluciones concretas para el mercado laboral.
El sindicalista sostuvo que el Gobierno mantiene al margen tanto a la CGT como a los empresarios, algo que consideró “un problema político estructural”. Y alertó sobre uno de los puntos más sensibles: el avance de las negociaciones individuales por empresa, un esquema que —según explicó— debilita directamente a los trabajadores. “Cuando negociás por empresa tenés menos poder”, enfatizó.
En su análisis del clima interno del oficialismo, Sola apuntó contra el sector cercano a Federico Sturzenegger y deslizó que las diferencias dentro del propio Gobierno dificultan cualquier avance real: “Hay cuestiones ideológicas contra nosotros”.
El dirigente insistió además en que sin diálogo no habrá acuerdo posible y pidió discutir herramientas concretas como el banco de horas, la reducción de la jornada laboral y mecanismos que permitan sumar empleo registrado.
La CGT también encendió alarmas por el deterioro salarial, la recesión y la caída del empleo. Sola cuestionó los topes a las paritarias y subrayó: “Tenemos dos problemas: la caída del empleo y que a los que tienen trabajo no les alcanza”.
Al cerrar, reclamó incentivos fiscales para reactivar la inversión y una reforma tributaria urgente, al tiempo que volvió a marcar un fuerte contraste con el discurso oficial sobre la conflictividad laboral: “El laburante no viene a joder al empleador. Solo quiere trabajar y llevar el pan a su casa”.
Con este panorama, la CGT endurece su postura y crecen las dudas sobre la transparencia, los objetivos y el verdadero contenido de la reforma laboral que el Gobierno pretende llevar al Congreso.
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