06/12/2025 - Edición Nº1033

Internacionales

Inclusión cultural

Bogotá incorpora a ocho personas que vivían en la calle como mediadoras de museos

03/12/2025 | El proyecto “Historias de Ciudad” formó a participantes con pasado de calle para trabajar en salas del Banco de la República.



Ocho personas que atravesaron la vida en la calle se graduaron como mediadores de museos en Bogotá y comenzarán a trabajar en las salas de la red cultural del Banco de la República. La experiencia forma parte de “Historias de Ciudad”, un programa que propone una transformación doble: abrir las instituciones culturales a miradas diversas y ofrecer una oportunidad laboral real a quienes llevan años enfrentando la exclusión social.

La formación tuvo una duración de varios meses y combinó contenidos de historia del arte, patrimonio, museología, diseño de recorridos y técnicas de mediación. También incorporó acompañamiento psicosocial y espacios de construcción personal, donde cada participante pudo vincular su experiencia de vida con las obras y relatos presentes en los museos de la ciudad. Ese proceso, explican los formadores, no solo fortalece la voz del mediador, sino que renueva la forma en que visitantes y museos se relacionan con la ciudad.

El programa se desarrolla en alianza con la Secretaría de Integración Social, que desde hace años trabaja con población en situación de calle a través de centros de atención, programas de salud, atención a consumos problemáticos y políticas de reinserción. La novedad de esta cohorte es que, por primera vez, los participantes pasan de la etapa de formación a una incorporación laboral estable dentro de los museos. Las tareas incluyen mediación con públicos, apoyo en actividades educativas, participación en talleres y articulación con equipos curatoriales.

Para Bogotá, la iniciativa representa una apuesta de política pública que reconoce que el acceso a la cultura es también un derecho social. Las autoridades explican que, en un contexto de desigualdad urbana, los museos pueden convertirse en espacios donde las historias fragmentadas por la calle encuentran un lugar de diálogo y reconstrucción. La propuesta busca además que la ciudadanía pueda entrar en contacto con relatos que habitualmente no aparecen en las instituciones tradicionales.

Cómo fue la selección y qué sucede ahora

Los participantes fueron convocados entre personas que habían pasado por distintos programas de acompañamiento de la ciudad. Algunos vivieron varios años en la calle, otros alternaron entre refugios, trabajos informales y situaciones de consumo. La selección tuvo en cuenta su interés por el arte, su capacidad de comunicación y su disposición para construir un proyecto de vida distinto.

A partir de ahora, los nuevos mediadores se distribuirán entre espacios como el Museo del Oro, el Museo Botero, la Casa Republicana y salas de la Biblioteca Luis Ángel Arango. Allí acompañarán grupos escolares, visitantes locales y extranjeros, y apoyarán actividades educativas que buscan renovar el vínculo del público con el patrimonio colombiano.


Los espacios culturales de Bogotá incorporarán a los nuevos mediadores en visitas y talleres con el público.

Un contexto regional que empieza a cambiar

La iniciativa ya despertó atención en otras ciudades de América Latina. En la región existen programas de inclusión cultural, pero pocos con inserción laboral directa dentro de museos. En Buenos Aires, Santiago y Montevideo se desarrollan talleres, visitas guiadas y actividades comunitarias para personas en situación vulnerable, aunque todavía sin un modelo de empleabilidad similar al colombiano.

La experiencia de Bogotá dialoga además con proyectos internacionales que integran a personas con pasado de calle como guías culturales en recorridos urbanos. Unseen Tours en Londres, Pragulic en Praga y querstadtein en Berlín emplean a guías que cuentan la ciudad desde una mirada marcada por la exclusión y la resiliencia. El Museum of Homelessness, también en Londres, es otro ejemplo de cómo la cultura puede ser coproducida por las mismas comunidades que históricamente quedaron al margen.


En ciudades como Londres y Praga existen programas similares de guías con pasado de calle, aunque con formatos distintos.

El valor simbólico de un diploma

Para quienes se graduaron, el acto representa un punto de inflexión. Muchos no habían accedido a una certificación formal en años. Para algunos, es la primera vez que participan de un empleo estable sin depender de trabajos informales o de sobrevivencia. El diploma reconoce su voz, valida su recorrido y permite que el arte y la cultura funcionen como herramientas de dignidad.

Más allá del impacto social, la iniciativa abre un debate sobre el rol contemporáneo de los museos. Su misión ya no se limita a conservar objetos, sino a generar espacios donde la ciudad pueda reconocerse en toda su diversidad. Las historias de quienes vivieron en la calle no llegan como un relato marginal, sino como un aporte fundamental para comprender las múltiples formas de habitar el territorio.