La Legislatura bonaerense volvió a mostrar su plasticidad histórica y, con una ingeniería política quirúrgica, habilitó el escenario para que Axel Kicillof consiga este miércoles la autorización para endeudarse por hasta USD 3.000 millones. El movimiento clave fue la votación por unanimidad que definió el retorno de Alejandro “Langa” Dichiara a la presidencia de Diputados y el reparto de seis vicepresidencias horizontales, sin jerarquías, para contener a todos los bloques.
El acuerdo se terminó de cerrar con la participación inesperada de La Libertad Avanza y el PRO, que a pesar de votar en contra del endeudamiento, se sumaron a la maniobra institucional para evitar que la sesión naufragara en un escándalo. Ambos espacios venían amenazando con tensar la cuerda si no se los contemplaba en la reorganización política previa al tratamiento de la deuda.
El oficialismo bonaerense llamó “financiamiento” a la operación y construyó un apoyo transversal que incluyó a los radicales, los libertarios “blue” y Fuerza Patria, que sí votarán a favor. Para los especialistas legislativos consultados, no hay antecedentes claros de que una Legislatura a punto de expirar su mandato habilite un endeudamiento de esta magnitud, aunque otros sostienen que “es más común de lo que parece”.
El paquete también incluyó un fondo directo de $250.000 millones para los municipios como anticipo del 8% acordado, y negociaciones abiertas por cargos en el Banco Provincia y otros organismos. Ese punto sigue siendo el más sensible: Kicillof no quiere otorgarles a “los primos” opositores los mismos espacios de poder que busca asegurar para el oficialismo, mientras que la Legislatura presiona por mantener los pactos previos.
Más adelante quedarán las definiciones por las cuatro vacantes de la Suprema Corte bonaerense, que se repartirán entre Movimiento Derecho al Futuro, La Cámpora, el Frente Renovador y un bloque opositor. Allí se verá si pesa más la rosca tradicional o las nuevas “fuerzas del cielo”. En paralelo, la relación entre Kicillof y sus socios peronistas atraviesa su peor momento: la desconfianza con Sergio Massa y Máximo Kirchner creció durante las últimas dos semanas, dejando expuesto un oficialismo que, aun con mayoría, necesita cada voto para sostener la gobernabilidad.