El reciente apagón que dejó sin servicio a varias provincias del occidente cubano volvió a colocar bajo la lupa la estabilidad del sistema eléctrico nacional. La rotura en una línea de transmisión crítica generó una caída abrupta de generación y obligó a desconectar unidades térmicas, afectando desde Pinar del Río hasta Cienfuegos. Este episodio se suma a un año marcado por déficits recurrentes, apagones intermitentes y una infraestructura que opera con márgenes de tolerancia cada vez más estrechos.
El incidente despertó preocupación no solo por su impacto inmediato, sino también por la similitud con otros eventos regionales. Cuba, como Venezuela en 2019, enfrenta un patrón que combina envejecimiento de equipos, mantenimiento insuficiente y dependencias técnicas concentradas en puntos específicos. La recuperación parcial, aunque más rápida que en eventos previos, confirma que la resiliencia del sistema continúa siendo limitada frente a fallas que podrían escalar con facilidad.
En el caso cubano, la desconexión del occidente fue provocada por la pérdida simultánea de dos líneas en la zona de Santa Cruz del Norte, lo que derivó en la separación involuntaria de una parte del sistema. Un fenómeno similar marcó el colapso venezolano de 2019, cuando un incendio en las líneas asociadas al embalse de Guri produjo una reacción en cadena que apagó gran parte del país. En ambos contextos, la falta de redundancia en la red y la concentración de la generación elevan la probabilidad de apagones masivos.
La incapacidad de las protecciones automáticas para aislar la falla también muestra paralelos importantes. Mientras que en Cuba varias centrales térmicas quedaron temporalmente fuera de servicio, en Venezuela las protecciones fallaron por completo, arrastrando al sistema a un apagón prolongado. Este denominador común evidencia que la tecnología obsoleta y la limitada disponibilidad de repuestos afectan directamente la velocidad de recuperación y la magnitud del daño final.
🇨🇺 | Cuba sufre nuevo apagón masivo que deja a 3,5 millones de personas sin corriente. pic.twitter.com/ygju05TBr8
— Alerta Mundial (@AlertaMundoNews) December 3, 2025
La reiteración de apagones en sistemas altamente centralizados ofrece una señal clara sobre los riesgos acumulados de infraestructura envejecida. Tanto en Cuba como en Venezuela, la población enfrenta interrupciones que repercuten en transporte, comunicaciones y provisión de servicios esenciales. Estos eventos no solo erosionan la confianza pública, sino que también incrementan los costos sociales y económicos de la energía inestable.
Alerta de Seguridad – Embajada de EE.UU. en Cuba
— Embajada de los Estados Unidos en Cuba (@USEmbCuba) December 3, 2025
A las 5:00 a. m., un apagón total afectó La Habana y las provincias occidentales tras un colapso parcial de la red eléctrica. No hay causas confirmadas ni tiempo estimado de recuperación. También se reportan fallas de internet y… pic.twitter.com/14uI6Rgmw5
La experiencia comparada muestra que sin inversiones sostenidas, diversificación de generación y modernización profunda de redes, la región seguirá expuesta a fallas de gran escala. Cuba logró reenergizar parte del sistema en pocas horas, pero la frecuencia de los cortes sugiere un desafío estructural pendiente. La crisis venezolana demostró que los apagones pueden escalar rápidamente cuando no existen amortiguadores técnicos robustos, un recuerdo que resuena hoy como advertencia para el sistema energético cubano.