París anunció la suspensión del tradicional concierto de Año Nuevo en los Campos Elíseos tras una recomendación formal de la Prefectura de Policía, que advirtió sobre el riesgo que representan las multitudes que cada 31 de diciembre ocupan ese corredor urbano. La decisión rompe con una práctica consolidada y abre un debate sobre la capacidad de la capital francesa para gestionar celebraciones que atraen a cientos de miles de personas en un espacio que no fue diseñado para eventos de tal magnitud.
Durante la última década, los festejos de Nochevieja en los Campos Elíseos se convirtieron en uno de los encuentros públicos más concurridos de Europa. En varios años superaron el millón de asistentes, lo que obligó a desplegar operativos de seguridad excepcionales con miles de policías, puestos sanitarios móviles, controles de ingreso y cortes de tránsito extendidos por todo el eje que conecta la Place de la Concorde con el Arco del Triunfo. Aun con ese despliegue, las autoridades registraron dificultades crecientes para controlar los flujos de ingreso, los movimientos de la multitud y los tiempos de evacuación.
El diseño urbano del boulevard, estrecho en algunos tramos, rodeado de comercios, con bocacalles que se saturan con rapidez, fue uno de los argumentos centrales para revisar el formato del festejo. La Prefectura detalló que en las celebraciones previas se produjeron episodios de presión de masas y desplazamientos desordenados que, en determinados momentos, complicaron la labor de los equipos de emergencia. Según informes internos, en solo dos horas de festejos se registraron más intervenciones médicas y de seguridad que durante semanas completas de otros grandes eventos realizados recientemente en la ciudad.
Históricamente, las celebraciones de Año Nuevo en París han oscilado entre diferentes formatos. Hubo épocas de conciertos al aire libre, años de shows de videoproyección sobre el Arco del Triunfo y ediciones reforzadas con medidas especiales tras los atentados que marcaron la década pasada. Sin embargo, el volumen de asistentes creció de manera constante y llevó a las autoridades a replantear si es viable sostener un evento que desborda los límites físicos de una de las avenidas más visitadas del mundo.

A pesar de la cancelación del concierto, la ciudad decidió mantener los fuegos artificiales de medianoche y transmitirá un espectáculo musical grabado desde otra ubicación. La intención es conservar el espíritu festivo sin exponer a la población a riesgos innecesarios ni comprometer la capacidad de respuesta de la policía y los servicios médicos en un punto que ya opera al límite durante estas fechas.
La medida se inscribe en una tendencia más amplia dentro de Europa, donde varias capitales comenzaron a revisar sus políticas de gestión de grandes aglomeraciones. Ciudades como Berlín, Viena y Bruselas ajustaron en los últimos años sus celebraciones de Nochevieja ante episodios de caos, sobrecarga de servicios y dificultades de control en espacios abiertos. París sigue ese camino en un contexto marcado por una ciudadanía cada vez más atenta a la seguridad pública y por autoridades que buscan minimizar cualquier riesgo en situaciones con presencia masiva de turistas.

Si bien no se identificó una amenaza puntual, la Prefectura remarcó que la prevención es clave en un evento donde un mínimo incidente puede amplificarse por la densidad y el comportamiento imprevisible de las multitudes. La capital apuesta, así, por una celebración más controlada que prioriza la protección de residentes y visitantes, una elección que redefine la manera en que la ciudad se prepara para recibir el nuevo año.