El Día Internacional de los Bancos se conmemora cada 4 de diciembre por decisión de la Asamblea General de Naciones Unidas en 2019. La ONU lo creó para reconocer el papel de estas instituciones en el desarrollo económico, la estabilidad financiera y, en teoría, la reducción de la pobreza. Es una fecha joven, casi recién salida del horno diplomático, pero sirve para revisar la maquinaria que mueve la economía global.
Los bancos más influyentes a nivel internacional suelen ser los grandes actores del sistema financiero estadounidense, europeo y asiático. Entre ellos se destacan J.P. Morgan Chase, Bank of America, HSBC, BNP Paribas, Santander, Mitsubishi UFJ y el Industrial and Commercial Bank of China (ICBC), que en los últimos años escaló a la cima del ranking mundial por volumen de activos. Son gigantes con ramas en todos los continentes: engranajes mastodónticos que a veces parecen más estables que los propios Estados que los regulan.

La historia bancaria argentina, por contraste, es un viaje más movido, lleno de curvas financieras, modernizaciones abruptas y crisis que obligaron a aprender a los golpes. El primer banco formal del país fue el Banco de Buenos Ayres, fundado en 1822, que luego se convertiría en el Banco de la Provincia de Buenos Aires, hoy la entidad bancaria más antigua en funcionamiento continuo de América Latina. Con el tiempo se sumaron el Banco Nación (1891), creado tras la crisis del 90 como instrumento estatal para estabilizar una economía en caída libre, y una red de bancos provinciales y privados que se expandió durante el siglo XX.

El sistema vivió transformaciones profundas: la creación del Banco Central en 1935; la nacionalización de depósitos en 1946; la liberalización financiera de los años 70; la ola de privatizaciones de los 90; el colapso de 2001 con el corralito como símbolo imborrable; y la lenta recomposición posterior, en la que se mezclaron bancos públicos robustos, filiales de multinacionales y cooperativas regionales. Cada una de esas etapas dejó una cicatriz y, a la vez, un ajuste en la forma en que los argentinos se relacionan con su dinero.

En la actualidad, el sistema local está dominado por entidades como Banco Nación, Banco Provincia, Santander, Galicia, BBVA, Macro e ICBC. Son instituciones que alternan entre la función clásica -crédito, ahorro, inversión- y el desafío moderno de convivir con fintechs, billeteras virtuales y un público que exige velocidad, transparencia y cada vez menos papeleo.