El 4 de diciembre de 1947 quedó marcado en la historia del fútbol argentino como el día en que Alfredo Di Stéfano debutó con la selección mayor. Fue en la Copa América de Ecuador, en Guayaquil, en un partido frente a Bolivia que terminó con una contundente victoria por 7-0. El joven delantero de River Plate ingresó en el segundo tiempo y anotó uno de los tantos, iniciando su camino internacional con gol.
Di Stéfano integraba un plantel de lujo dirigido por Guillermo Stábile, que contaba con figuras como Mario Boyé, Félix Loustau, René Pontoni y Norberto “Tucho” Méndez. Argentina se consagró campeona de aquel torneo, y el debut del delantero fue apenas el primer capítulo de una carrera que lo llevaría a ser considerado uno de los mejores futbolistas de todos los tiempos.

Con la camiseta albiceleste, Di Stéfano disputó 6 partidos oficiales y convirtió 6 goles, todos en el certamen sudamericano del 47. Su promedio de un gol por encuentro refleja el impacto inmediato que tuvo en el seleccionado, aunque su paso fue breve debido a las circunstancias políticas y reglamentarias de la época.
Tras su etapa en Argentina, jugó en Millonarios de Colombia, donde brilló en la famosa “época dorada” del club. Posteriormente, en España, se convirtió en símbolo absoluto del Real Madrid, con el que ganó 5 Copas de Europa consecutivas y múltiples títulos locales. Su estilo polivalente, capaz de ocupar distintas posiciones en el campo, redefinió el rol del delantero y lo convirtió en referente para generaciones posteriores.
En el plano internacional, además de Argentina, Di Stéfano vistió la camiseta de Colombia en partidos no oficiales y de España en encuentros oficiales, sumando un caso único en la historia del fútbol: representar a tres selecciones distintas. Sin embargo, su debut con la albiceleste sigue siendo el recuerdo más emotivo para los hinchas argentinos.
La efeméride del 4 de diciembre no solo recuerda un debut exitoso, sino también el inicio de la leyenda de “La Saeta Rubia”. Aunque su vínculo con la selección argentina fue corto, dejó una huella imborrable: campeón continental, goleador y protagonista de una era dorada. Su figura trascendió fronteras y se convirtió en patrimonio universal del fútbol.
Pese a haber tenido una estadía breve en el seleccionado argentino, Alfredo Di Stéfano pudo reunirse -en una foto única para la historia- con Diego Maradona y Lionel Messi, los otros ídolos del equipo nacional. Fue una postal de ensueño porque sintetizaba a tres generaciones de genios del fútbol. Ocurrió en un evento organizado por el diario MARCA en 2009, durante la entrega del Trofeo Di Stéfano que otorga el medio español al mejor jugador de la temporada.
Más allá del gesto ceremonial, el contexto fue profundamente simbólico: Di Stéfano, que debutó en 1947 y nunca jugó un Mundial, representaba el origen del mito; Maradona, el ícono absoluto de los 80, encarnaba la pasión y la gloria; y Messi, aún en plena carrera, era el heredero natural. La foto se convirtió en una pieza de culto, no solo por lo que muestra, sino por lo que representa: el cruce de tres eras, tres estilos y tres formas de entender el fútbol argentino.
