La probabilidad de que el Banco Central de Brasil (BCB) llegue a la reunión de enero con siete de sus nueve directores abrió un debate sobre la estabilidad institucional en un momento decisivo para la política monetaria. La salida de los directores Diogo Guillen y Renato Gomes, sumada al retraso en las nominaciones del Gobierno, anticipa un Copom inusualmente reducido para evaluar el rumbo de la tasa Selic, hoy en 15 por ciento.
El proceso de sustitución quedó atrapado en una disputa política más amplia entre el Ejecutivo y el Senado, que mantiene paralizadas varias confirmaciones desde el enfrentamiento por una nominación a la Corte Suprema. Si el Legislativo no actúa antes del 22 de diciembre, las designaciones deberán esperar hasta febrero, lo que dejaría formalmente incompleto al directorio en un encuentro que el mercado observa con especial atención.
El BCB llega al inicio de 2026 con una inflación que aún no converge al rango objetivo y con un mercado laboral que empieza a mostrar signos de enfriamiento. Para muchos analistas, la combinación de estos factores alimenta expectativas de un posible recorte de tasas en el primer trimestre del año, un movimiento que requiere consensos claros dentro del directorio.
La ausencia de dos miembros podría no impedir decisiones formales, pero sí complicar la señal institucional. El Copom nunca ha deliberado con una estructura tan incompleta desde al menos 1998, lo que añade incertidumbre en un momento en el que el banco busca reforzar su credibilidad tras meses de política monetaria restrictiva.

Las vacantes del BCB se han convertido en un termómetro del clima político que rodea al Gobierno de Lula da Silva. La demora en los nombramientos muestra cómo disputas ajenas a la economía empiezan a filtrarse en áreas críticas de decisión, presionando al Ejecutivo a equilibrar intereses y al Senado a contener la polarización.

Mientras los nombres de Paulo Picchetti y otros candidatos circulan sin confirmación, la atención se centra en si el Gobierno y el Congreso lograrán recomponer la interlocución a tiempo. El arranque de 2026 marcará no solo el rumbo de la política monetaria, sino también la capacidad del sistema político brasileño para sostener sus instituciones en un año que exigirá estabilidad y claridad de señales.