En los últimos años, el muralismo transformó ciudades como Buenos Aires y La Plata en verdaderos museos a cielo abierto. Entre los destacados referentes locales que dejan su impronta artística en los muros, Alfredo Segatori, reconocido artista interdisciplinario, se hizo un espacio en su agenda de actividades y visitó El Living de NewsDigitales.

Durante la entrevista, Segatori repasó la esencia de su obra y los proyectos que hoy lo mantienen activo tanto en Buenos Aires como en el exterior. Tal como él mismo explicó, llegó a la entrevista “escapándose un ratito” del mural que está realizando en el Parque de las Ciencias, dentro del predio del CONICET, para la Fundación Dr. Manuel Sadowski. Se trata del mural “La evolución de la ciencia hacia la compresión del infinito”, una obra que combina pintura, abstracción y residuos electrónicos.
“Estoy interviniendo un túnel -en Paraguay y Juan B. Justo- donde hace años tuve mi taller, cuando todavía eran las bodegas y galpones. Es la cuarta vez que trabajo en ese mismo lugar, por eso lo llamamos El túnel del tiempo”, explicó. En esta nueva versión, incorpora plaquetas de televisores y otros componentes electrónicos donados por la cooperativa Recicladores Unidos del Oeste. La instalación incluirá tonos fluorescentes y un símbolo del infinito realizado con materiales recuperados: “Va a ser algo bien cibernético, bien vanguardista, como corresponde a un espacio de ciencia”.
Segatori se define como “artista de la City porteña”, aunque su trabajo se expanda por el país y el mundo. Consultado sobre la intervención que realizó años atrás en la escalinata de Lavalle y Alem -la famosa “escaloneta” con la bandera argentina- recordó el impacto del arte urbano, pero también su naturaleza transitoria: “Todo es efímero. El desgaste es parte de la obra. Quedan las fotos, los registros y el recuerdo en la cabeza de la gente que pasa”.
Pinta tu aldeaAun así, resaltó que Buenos Aires mantiene un fuerte respeto por el arte callejero: “Acá hay un cariño especial. No es igual en todos lados. La gente lo valora”.
Desde su Fundación Cultural Anden 2222, Segatori impulsa proyectos colectivos en barrios populares. Actualmente coordina la Galería Social Rimini, un espacio que surgió en dos antiguas cantinas de La Boca, en la esquina de Suárez y Necochea, donde se realizó la muestra “Super Mínima”, con más de 650 obras de pequeño formato y artistas de diversas generaciones.

“La idea es llevar arte donde no llega habitualmente. Rimini está en una cuadra que hace poco era más brava, pero la comunidad nos recibe con buena onda. Es apostar por el barrio”, señaló. La fundación también trabaja en la excantina Piccolo Vapore, en el que proyecta crear un nuevo espacio cultural que dialogue con las transformaciones urbanas en la zona sur.

Entre las historias más emotivas de la charla apareció San Diego del Barrio de La Boca, una figura creada por Segatori en homenaje a Diego Maradona. “Es el patrono de los artistas, los desposeídos y los deportistas. Nació el día que partió el Diego”, contó. A pesar del deterioro, el mural es hoy un punto turístico al que llegan visitantes de todo el mundo, incluso a través de los consulados internacionales de Boca Juniors.
El artista recordó su participación performática en Art Basel Miami, donde presentó “Ardroide”, un personaje pintado por completo con la paleta de su serie “Exabrupto de color”.

Entró con el traje, sombrero y ojotas previamente intervenidos y luego completó la performance en el baño del predio. Durante horas recorrió el espacio oficial como una obra en movimiento hasta que la seguridad intervino: “Me convertí en obra de arte. Estuve dos horas interactuando. Ya está en mi currículum: participé en Art Basel”.
Otro de los grandes proyectos que presentó este año fue “Tanques por la paz”, desarrollado en el Ecopunto de Avellaneda junto al municipio y al equipo cultural local.
Lo describió como sus primeras esculturas de metal pesado, dos estructuras de alrededor de 40 toneladas cada una, construidas con chatarra de vehículos que estaban destinados a compactación: “Usamos un camión de basura dado vuelta, un caño de luz de 12 metros, capots de autos, ruedas de camión. Son tanques inventados, más grandes que uno real”.

La obra nació como respuesta simbólica a los conflictos y tensiones globales: “No somos indiferentes a lo que pasa en el mundo. El arte también tiene que decir algo”.