13/12/2025 - Edición Nº1040

Sociedad


De la línea 152 al auto particular

Chofer y referente en redes: la vocación de servicio de Rogelio López

10/12/2025 | Exchofer de la histórica línea 152, Rogelio conquistó a miles de usuarios con su estilo único: anunciaba las paradas cantando y transformaba cada viaje en un momento de buen ánimo. Hoy jubilado, maneja su auto particular y continúa como referente del buen trato y servicio.



Rogelio López, chofer con más de dos décadas de experiencia en el transporte público, pasó por El Living de NewsDigitales y compartió una mirada profunda sobre la vida arriba del colectivo, un oficio tan clave como poco reconocido. Con tono sereno y mirada directa, López habló de la rutina, de los desafíos crecientes del tránsito y de cómo cambió la relación entre pasajeros y trabajadores del volante.

Rogelio nació en Palma Sola, Formosa, y llegó a Buenos Aires en 1989 con la intención de estudiar. Sin embargo, una casualidad lo llevó a descubrir su verdadera vocación: convertirse en chofer de colectivo. El flechazo ocurrió cuando vio a su hermano Martín trabajar en la línea 68. “Yo quiero hacer esto”, pensó al observar la dinámica entre el conductor y los pasajeros, la amabilidad en el trato y la energía del servicio público.

Desde entonces, Rogelio pasó más de tres décadas al frente de un volante, la mayor parte del tiempo en la reconocida línea 152. Los usuarios lo recuerdan por su cordialidad y por su particular método para evitar que los pasajeros olvidaran bajarse: cantar las paradas. Esa costumbre nació, según cuenta, al notar que muchas personas viajaban preocupadas, distraídas o tristes. “La vida es importante. No puedo bajarlos en cualquier lado. Entonces pensé que tenía que hacer algo para ayudarlos”, explica.

Sus videos se viralizaron gracias a los propios pasajeros, que lo grababan y compartían en redes. Así, su estilo único trascendió la ciudad y llegó incluso a otros países: una usuaria de Dinamarca viajó especialmente para conocerlo y pedirle un traslado.

Rogelio asegura que su objetivo nunca fue hacerse famoso, sino brindar un buen servicio. “La conducción es cariño y amor hacia la gente”, afirma. Nunca tuvo un accidente y sostiene que su clave siempre fue la misma: ceder, tener paciencia y recordar que cada persona que sube confía en el conductor.  

Uno sale todos los días a trabajar y lo primero que piensa es en volver a casa”, aseguró, dejando en claro que la seguridad es el eje que guía su tarea. López explicó que los choferes conviven con horarios muy ajustados, tránsito cada vez más complejo y situaciones imprevistas que requieren mantener la calma aun bajo presión. “Manejar un colectivo no es solo acelerar y frenar. Tenés a más de 40 personas atrás que dependen de vos”, subrayó.

Durante la charla, destacó la importancia del vínculo con los pasajeros, que según él atraviesa transformaciones constantes. “Hay gente que te agradece, que te sonríe, que valora el laburo. Eso te levanta el día”, contó. Sin embargo, también reconoció que en los últimos años aumentaron los episodios de tensión, maltrato o discusiones. “A veces recibimos la bronca que viene de otro lado. La gente está cansada, y nosotros también. Pero tratamos de ponerle onda”, remarcó.

López también se refirió al impacto de la tecnología en el trabajo de colectivero. Desde la SUBE hasta los sistemas de seguimiento satelital, todo cambió la dinámica arriba del móvil. “Antes manejabas más relajado. Ahora te controlan por GPS, por horarios, por paradas. Hay más presión, pero también más seguridad. La tecnología ayuda, siempre que no se pierda el criterio humano”, señaló.

Otro punto central de la entrevista fue la formación profesional. El chofer remarcó la necesidad de que exista más capacitación y contención para quienes ingresan al sistema. “Muchos pibes entran y no saben a qué se enfrentan. Este es un trabajo hermoso, pero desgastante. Hay que prepararlos bien”, afirmó.

Consultado sobre anécdotas de su trabajo, López hizo un breve repaso de momentos difíciles y otros emotivos, que lo acompañaron a lo largo de su carrera. “Una vez una señora me dijo que yo era el único que la saludaba todas las mañanas. Son cosas que te hacen seguir. No es solo manejar: también somos parte de la vida de la gente”, compartió.

Tras jubilarse del colectivo, continuó manejando un auto particular. Muchos de sus antiguos usuarios lo contactan por redes para solicitarle viajes y él los recibe por su nombre, porque -como dice- identificar a las personas es parte del respeto. “Parece que nunca me jubilé. Mi cuerpo está fuerte, mi mente también. Me hace muy feliz estar al servicio de la gente”.

Hoy, con 57 años, Rogelio sigue siendo una figura querida y un ejemplo de vocación. Su historia demuestra que, incluso en el tránsito porteño, la amabilidad también puede ser contagiosa.