Veintidós años después del crimen de su hija, Isabel Yaconis vuelve a ponerle voz a una investigación que todavía busca nombre y rostro para su responsable. Lucila tenía 16 años cuando fue atacada junto a las vías del ferrocarril Mitre, en el barrio porteño de Núñez, el 21 de abril de 2003: intentaron violarla y la asesinaron cuando caminaba desde la casa de su abuela hacia su domicilio. Dos décadas después, el caso sigue impune, pero Isabel revela que hay un nuevo sospechoso en la mira.
En el Living de NewsDigitales, la madre confirmó que existe una pista que volvió a escena por el trabajo de la fiscalía y del cruce permanente de muestras genéticas. “Esta fiscalía, que agradezco tanto de la doctora Romina del Buono y su colaborador, Elías Collado, los tengo que nombrar porque ellos sí que se han cargado esta causa al hombro y ellos trabajan mucho con el cotejo mechando permanentemente ADN y bueno, siempre surge algo que quedó en el tintero”, dijo.
La referencia apunta a un hombre mencionado en la causa desde 2004, cuando un vecino lo denunció por “actitudes sospechosas” relacionadas con mujeres del barrio. “Un vecino de Belgrano fue a hacer la denuncia sobre una persona por muchas actitudes sospechosas que caían sobre él”, recordó Isabel, y explicó por qué jamás generó antecedentes: “Cuando uno no tiene una causa que haya llegado a un juicio, nunca va a tener una planilla”.
Según relató, la fiscalía trabaja actualmente con más de 90 perfiles genéticos cruzados. Y uno de esos cruces incluyó la autorización para extraer sangre al hombre denunciado: “Una vez que se encuentra algo sospechoso, hay que pedir autorización y ella autorizó la extracción de sangre y puede hacerse en forma compulsiva”. Para Isabel, ese procedimiento representa un horizonte: “Siempre puede haber una luz, una esperanza”.
La comparación con otros casos, dijo, la sostiene. “El caso de Lola Chomnalez era algo imposible, pero se logró y se encontró y Lola tuvo justicia”, planteó. Y enlazó esa idea con el banco de huellas genéticas que ella misma impulsó: “No solamente es banco de huellas genéticas de condenados por la integridad sexual, sino a otro tipo de delitos ¿qué sabemos si el que mató a mi hija entró después preso en una causa penal?”.

El banco genético fue aprobado en 2013 tras una pelea que ella encabezó para que los perfiles de asesinos sexuales y homicidas pudieran cruzarse con evidencia como la hallada en el uniforme de Lucila. Es el dato que sigue siendo clave dos décadas después: el semen que el agresor dejó en el cuerpo de su hija.
En la entrevista, Isabel insistió en que el cotejo debe ser permanente: “Yo creo que es con todo lo que hay en el banco deben tener un servicio computado y es cruzar datos”. Y recordó cómo distintas provincias avanzaron por su cuenta. “Mendoza tiene un registro completo, el más grande de Latinoamérica”, dijo. También mencionó a Córdoba, Salta y Uruguay como ejemplos de actualización constante.
Isabel también habló del contexto del crimen de Lucila. Recordó que en 2003 no había cámaras: “Por lo menos se hubiera visto un hombre corriendo aproximadamente la hora”. Una testigo describió a un joven “muy delgado”, con pantalones chupines que marcaban “piernas súper delgadas”. Para ella, esa descripción coincide con el hombre denunciado por el vecino.
Luego repasó cómo aquellos años sin tecnología ni corredores seguros afectaron la investigación. “Cuando mataron a mi hija no había cámaras eran solo las cámaras de los particulares”, recordó. Y contrastó eso con lo que ocurrió después: la instalación de corredores escolares y la ampliación del sistema de vigilancia urbana.
La mamá de Lucila se detuvo también en la historia mínima que antecedió al crimen: el almuerzo con su hija, la despedida en la casa de la abuela, la responsabilidad escolar de Lucila y aquella frase hoy imborrable: “‘Tengo mucha tarea para hacer’, me dijo. Era súper hiper responsable”. Y añadió: “Yo después, te tirás las culpas porque la dejé ir, porque no se quedó”.
En la conversación también repasó casos que siguió de cerca en estas dos décadas: Ángeles Rawson, Paulina Lebbos, el crimen de la Dársena en Santiago del Estero, Fernando Báez Sosa, las causas de impunidad en el Chaco y las dificultades estructurales de la Justicia. “En la buena justicia creo, no en la que se vende”, expresó.
A lo largo de la nota, Isabel vuelve sobre la importancia de pedir ayuda. “El dolor te hiere y te come la salud, pero pedí ayuda, no te quedes sola. Nadie te va a comprender más que una mamá que ha pasado por lo mismo”, dijo. Por eso, remarcó el rol de la Asociación Madres del Dolor: “Tenemos las puertas abiertas, si no estamos, se levanta el mensaje porque estamos en juicios o en tribunales”.
Hacia el final, dejó un fuerte mensaje: “Lo que quiero es que los inescrupulosos que salen a matar tengan condenas que correspondan”. Y un agradecimiento: “Gracias por no olvidar a Lucila”.