Japón está transformando su flota submarina y lo hace de manera silenciosa pero ambiciosa. La clase Taigei, la nueva generación de submarinos convencionales japoneses, que ya está entrando en servicio, marca un antes y un después porque incorpora algo que ningún otro país había usado de forma completa en submarinos convencionales. Se trata de una serie de naves diésel-eléctricas diseñadas desde cero para funcionar con baterías de iones de litio.
Esto significa que pueden navegar más tiempo bajo el agua, con menos ruido y con mayor capacidad de maniobra sin necesidad de salir a la superficie tan seguido. Es un salto grande frente a los modelos anteriores y coloca a Japón entre los países con tecnología más avanzada en el fondo del mar.
Tradicionalmente, los submarinos convencionales usaban baterías de plomo que se agotaban rápido y obligaban a usar el snorkel para recargar. Ese momento es crítico, porque los pone en riesgo de ser detectados.
El litio hace todo más eficiente:
Guarda más energía.
Se recarga más rápido.
Produce menos ruido.
Permite navegar sumergido durante más tiempo.
No los vuelve equivalentes a un submarino nuclear, pero sí los convierte en los más silenciosos y capaces dentro de su categoría.

La flota japonesa ya está sumando una unidad nueva prácticamente cada año. Esto muestra que el programa no es un experimento, sino un plan de largo plazo. Para Japón, tener más submarinos silenciosos significa poder vigilar sus mares con mayor discreción, seguir buques rivales sin ser detectado y reforzar defensas en una región cada vez más tensa, especialmente por disputas territoriales y rivalidad entre potencias navales.
Taigei no es el final del camino. Japón ya trabaja en lo que será la generación posterior, y ahí aparece lo más interesante. El Ministerio de Defensa quiere que los próximos submarinos incluyan:
Sistemas de propulsión aún más eficientes, que reduzcan al mínimo la necesidad de usar el snorkel.
Silos verticales para misiles, lo que ampliaría el alcance y el tipo de operaciones posibles.
Tecnologías energéticas nuevas, como baterías de estado sólido, que podrían almacenar mucha más energía y ofrecer aún más seguridad.
Estas tecnologías no están confirmadas, pero sí forman parte del plan de desarrollo.
Algo impensado hace una década volvió a escena: Japón está discutiendo la posibilidad de operar submarinos nucleares. No hay una decisión tomada, y el tema divide al país por razones históricas, políticas y de infraestructura. Pero que la conversación exista ya marca un cambio de época. Mientras tanto, la opción más probable es que mantengan un corazón de flota convencional avanzada, como Taigei y sus sucesores, y evalúe en paralelo si vale la pena incorporar unos pocos submarinos nucleares a futuro.
Lo que está en juego va más allá de un modelo nuevo de submarino. El Indo Pacífico se convirtió en la región donde se concentra buena parte de la competencia militar global. Allí operan Estados Unidos, China, Corea del Sur, Australia, India y varias potencias más.
En ese tablero, un país que refuerza su flota submarina con tecnología silenciosa y de largo alcance gana presencia, capacidad de vigilancia y poder de negociación. Japón no busca mostrar fuerza con gestos teatrales: apuesta al sigilo. Su idea es sencilla pero potente: estar donde necesita sin que nadie lo sepa.

En los próximos años habrá que seguir tres temas clave:
Cuántos submarinos nuevos se construyen. Si Japón mantiene el ritmo, tendrá una de las flotas convencionales más modernas del mundo.
Qué tecnología eligen para la próxima generación. Si adoptan baterías de estado sólido, la autonomía y el silencio subirán a niveles nunca vistos en un submarino no nuclear.
Qué pasa con el debate nuclear. Cualquier paso en esa dirección cambiaría el equilibrio militar en la región.