16/12/2025 - Edición Nº1043

Internacionales

Dilemas cruzados

Nicaragua como espejo oscuro: qué teme hoy la oposición a Nicolás Maduro

08/12/2025 | La oposición venezolana oscila entre el quiebre y la negociación, mientras Nicaragua muestra cómo un régimen puede clausurar toda disidencia.



La crisis de representación que enfrenta hoy la oposición venezolana contrasta con un pasado cargado de expectativas que nunca lograron consolidarse. Las derrotas acumuladas, los intentos fallidos de transición y la ausencia de una estrategia unificada mantienen a los actores opositores en un ciclo de incertidumbre. En ese terreno movedizo, las ofertas políticas se fragmentan entre quienes buscan una ruptura total y quienes prefieren sostener el camino institucional, pese a las limitaciones impuestas por el régimen de Nicolás Maduro.

El escenario nicaragüense ofrece un espejo inquietante: allí no persiste ya un debate estratégico comparable, porque la oposición fue prácticamente desmantelada. La represión sistemática, la expulsión de líderes al exilio y la consolidación del poder en manos de Daniel Ortega y Rosario Murillo delinearon un modelo autoritario cerrado. La comparación ilumina un punto crítico: Venezuela conserva un margen de disputa política, mientras Nicaragua lo perdió casi por completo.

Venezuela 


Venezuela es un país en la costa norte de América del Sur con diversas atracciones naturales. A lo largo de su costa caribeña se encuentran islas turísticas tropicales, como la Isla de Margarita y el archipiélago de Los Roques. Al noroeste se encuentran las montañas de los Andes y la ciudad colonial de Mérida, una base para visitar el Parque Nacional de Sierra Nevada. Caracas, la capital, está al norte.

Comparación de trayectorias

La deriva de Managua hacia un estado policial se profundizó con reformas institucionales que legalizaron estructuras paramilitares y disolvieron los últimos controles sobre el poder presidencial. El régimen no solo cercó a las organizaciones civiles, sino que anuló la competencia electoral mediante prisión política, revocación de nacionalidades y un aparato de vigilancia territorial que sofoca cualquier brote de disidencia. La oposición nicaragüense ya no compite; apenas sobrevive fuera de su propio país.

En Caracas, la oposición continúa existiendo como actor visible, pero atrapada en la lógica del todo o nada. Las disputas internas entre liderazgos, la desconfianza frente a salidas negociadas y el peso de expectativas frustradas generan un bloqueo persistente. Aunque la presión internacional mantiene viva la posibilidad de un cambio, la fragmentación interna erosiona su capacidad de articular una alternativa coherente. Esa diferencia estructural respecto de Nicaragua es clave para entender los riesgos del momento.

Advertencias compartidas

La experiencia nicaragüense demuestra cómo un régimen que combina represión, ingeniería institucional y control militar puede cerrar por completo el espacio político. El vaciamiento de la oposición fue el resultado de un proceso sostenido que anuló derechos, suprimió libertades y desmanteló la pluralidad. Esa trayectoria funciona como una advertencia regional: cuando la disidencia no logra defender su terreno, el cierre puede volverse irreversible.

Venezuela, por su parte, enfrenta un dilema menos extremo pero igual de peligroso. La oposición todavía dispone de herramientas para disputar legitimidad y construir consensos, pero su falta de cohesión debilita el impacto de cualquier estrategia. Si no resuelve sus fracturas internas y no consolida un proyecto común, el país podría dirigirse hacia un escenario donde la política termine reducida a un intercambio de fuerzas sin capacidad de transformación. La comparación con Nicaragua no es un diagnóstico definitivo, pero sí un recordatorio de lo que se juega.

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