El Día Internacional contra la Corrupción nació en 2003, cuando la ONU impulsó la convención global más ambiciosa para enfrentar el desvío de fondos públicos, el abuso de poder y la captura del Estado. La fecha dejó de ser simbólica para convertirse en una obligación de revisar el funcionamiento de gobiernos y sistemas judiciales.
Ningún país queda exento: la corrupción opera como un ácido institucional que corroe la confianza social, la economía y la legitimidad del poder.
Nombres que dejaron huellas profundas y condenas judiciales de alto impacto:

• Ferdinand Marcos (Filipinas). Su régimen movió miles de millones de fondos públicos hacia cuentas privadas; tribunales locales y estadounidenses documentaron y recuperaron parte del dinero.

• Sani Abacha (Nigeria). Dictador militar; gobiernos y cortes de distintos países rastrearon y devolvieron miles de millones robados del Estado nigeriano.

• Alberto Fujimori (Perú). Condenado por corrupción y violaciones a los derechos humanos; el sistema de sobornos montado por Vladimiro Montesinos quedó grabado en cientos de videos oficiales.
Dentro de la región, tres casos sobresalen por el peso judicial y político que dejaron:

• Lula da Silva (Brasil). Condenado en Lava Jato; la Corte Suprema anuló luego los fallos por irregularidades en el proceso, aunque la causa expuso una red estructural de corrupción dentro de Petrobras.

• Otto Pérez Molina (Guatemala). Expresidente, condenado por liderar la estructura corrupta “La Línea”, que manejaba sobornos en aduanas.

• Alejandro Toledo (Perú). Expresidente, extraditado y condenado por recibir sobornos de Odebrecht vinculados a contratos de obra pública.
Y en Argentina, la figura más reciente y protagonista en múltiples causas:

• Cristina Fernández de Kirchner. Expresidente y exvicepresidente. Fue condenada en primera instancia por administración fraudulenta en la causa Vialidad, sentencia que todavía no está firme y continúa en revisión judicial. Su nombre aparece en varios expedientes por hechos de corrupción que marcaron buena parte del debate político argentino durante la última década.
El 9 de diciembre señala que la corrupción no nace sola. Crece cuando no hay controles, cuando la impunidad es rutina y cuando el poder se vuelve impermeable al escrutinio ciudadano. La fecha invita a mirar la política sin romanticismo y a preguntarse qué sistemas funcionan realmente para evitar que los recursos públicos terminen en manos privadas.