09/12/2025 - Edición Nº1036

Opinión


Construcción de enemigos

Una encuesta lo confirma: no hay líder de la oposición

09/12/2025 | Una encuesta muestra que casi la mitad del país ve a la oposición sin liderazgo. En ese vacío, Milei fabrica a Chiqui Tapia como enemigo externo para sostener su épica confrontativa.



Insistíamos el viernes pasado: Milei no tiene oposición política. De allí la necesidad de inventar un enemigo: Chiqui Tapia. Ayer Pagni insistió en el mismo punto y le agregó datos: una encuesta de la consultora Mide muestra que, para el 44 % de los consultados, la oposición está “descabezada”; recién después aparece Axel Kicillof, con el 24 %, y Cristina Kirchner, con el 23 %, como posibles líderes. Ese cuadro sintetiza algo incómodo para todos: el mundo al que no le gusta Milei sabe qué rechaza, pero no encuentra quién lo represente.

Ahí entra la hipótesis que venimos trabajando: ante la ausencia de un adversario partidario nítido, el Presidente decide inventarse uno fuera del sistema político. La encuesta de Mide refuerza la idea de que no hay hoy una contrafigura con volumen suficiente para sostener una polarización clásica, y que el liderazgo oficialista se mueve en un campo donde la oposición es, sobre todo, una sensación difusa. Milei necesita un rostro concreto para seguir organizando su propio relato; sin conflicto personificado, la épica anti-casta se diluye en el desgaste de la gestión. Y elige ese rostro en un lugar que garantiza masividad inmediata: la AFA y Claudio “Chiqui” Tapia.

A partir de ahí, la secuencia se acelera. La pelea arranca con decisiones reglamentarias y sanciones en el fútbol, pero el Presidente la lleva rápido a lo personal: acusa arbitrariedades, bendice a Verón como víctima, se niega a compartir escena con Tapia en el sorteo del Mundial y alimenta la confrontación desde las redes. No discute con un programa ni con un bloque parlamentario, sino con un dirigente deportivo que concentra rechazo en parte de la hinchada y, al mismo tiempo, está abrazado a símbolos intocables como la selección, Messi y la tercera estrella. El gobierno traslada así la política al terreno emocional más potente disponible, pero lo hace con un enemigo que no puede devolverle el golpe en las urnas.

La investigación sobre el entorno de Tapia agrega densidad a ese rol. No se trata sólo de un presidente de AFA cuestionado por arbitrajes: alrededor suyo gira una telaraña de financieras, como Sur Finanzas, que mueven volúmenes de dinero negro bajo la lupa de la DGI, con sospechas que van del juego clandestino a la extracción de dólares oficiales, y un tesorero como Pablo Toviggino, puente con Massa, Zamora y negocios opacos que exceden al fútbol. Tapia aparece enganchado a un sistema estable que mezcla clubes chicos con contratos millonarios, cajas paralelas y vínculos con casi todo el arco político. Es, en términos narrativos, el antagonista perfecto: la síntesis viva de la “ciénaga” que Milei necesita exhibir.

El resultado es una operación doble. Por un lado, la encuesta confirma que no hay hoy un liderazgo opositor que pueda ocupar ese lugar de antagonista estructural; por el otro, el gobierno fabrica un enemigo a medida fuera de la política partidaria, al que puede cargarle todos los vicios del viejo régimen sin comprometer la delicada trama de acuerdos que sostiene en el Congreso.

Al personalizar la pelea en Chiqui Tapia, la discusión deja de ser sobre ajuste, salarios o modelo de país y se vuelve una historia moral sobre la corrupción de un individuo. Milei puede seguir siendo agresivo, pero ahora contra alguien que no compite por la presidencia. El riesgo es que, pasada la guerra con la AFA, la encuesta vuelva a decir lo mismo: que la oposición sigue sin líder, pero los problemas que se acumulan fuera de la cancha ya no se dejan tapar por ningún enemigo inventado.