Ricky Maravilla pasó por El Living de NewsDigitales y charló con el periodista Tomás Méndez. El cantante recordó que su destino no era la música: “Yo quería ser ingeniero electrónico, no artista”. Contó que estudió en el industrial, se recibió de electrotécnico y técnico en comunicaciones, y que su primer grupo nació “como un hobby con los muchachos del colegio”, hasta que terminaron cantando en confiterías bailables porque “unas monedas venían muy bien para el estudio”.
Una noche decisiva lo encontró frente a Óscar Anderle, histórico autor de Sandro. “Me gusta mucho tu timbre de voz”, le dijo el productor antes de proponerle algo inesperado: grabar un disco infantil. Ricky aceptó por curiosidad, y tres meses después llegó la frase que cambiaría todo: “Ricky, no sabés el éxito que tiene tu disco”. Córdoba se había rendido a “El gallo y la pata”.
La canción infantil lo catapultó a una fama que ni él imaginaba. Con una sonrisa humilde, aportó un dato increíble: “Pasamos los mil millones de reproducciones audiovisuales”. Aseguró que recibe videos “de España, de Australia, de Estados Unidos, de cuanto país se te ocurra”, con bebés bailando sus temas. De paso, explicó cómo nació su nombre artístico: “La partera me levantó y gritó: ‘Qué maravilla de nene’. Ahí me quedó el Maravilla”.
Otro de sus clásicos, “¿Qué tendrá el petiso?”, nació de una herida adolescente. “Sufrí una vergüenza en un baile y dije: tengo que hacer algo por los petisos”, recordó. El tema terminó siendo adoptado por Carlos Menem, que cada vez que lo veía le repetía: “Yo soy el original del petiso”. Ricky le seguía el juego: “Sí, señor presidente”.

El vínculo con el riojano dejó anécdotas memorables. “El avión bajó al revés y salí primero yo”, contó entre risas. Menem lo hizo subir a una camioneta y le ordenó: “Saludá, saludá”. Él, obediente, saludaba como si fuera un funcionario público más. Después llegó la intimidad inesperada de Olivos: “Me preparó una picada él mismo. Me dijo: ‘Anda comiendo, me voy a pegar una ducha’”.
Méndez lo llevó al capítulo más delicado: su intento de ser intendente en Salta. Ricky admitió sin filtros: “Me dio miedo no saber quién me rodeaba”. Y reveló lo que escuchó al caminar los barrios más humildes: “No lo vamos a poder votar porque ya vino el doctor y me prometió chapas y bolsos de alimento”. Esa frase lo terminó de bajar de la campaña. “La gente es muy honesta, cumple su palabra aunque después no les cumplan nada”, lamentó.
Sobre la situación del país prefirió la cautela, pero dejó una reflexión sincera: “Lo veo con tristeza, pero con esperanza”. Criticó el cierre de fábricas y el impacto sobre los abuelos: “No con el hambre del pueblo”. Respecto a los medios, confesó su sospecha permanente: “Me deja la duda eso de los ensobrados… yo no quiero creer”.
El final trajo una postal que cargó toda la sala. Ricky recordó que de niño pidió una bicicleta a los Reyes Magos y recibió un autito de plástico. “Me puse a llorar y mi mamá me dijo: ‘Hijito, Dios algún día te va a hacer el gran regalo’”. Décadas más tarde, tras su éxito en Punta del Este, pudo cumplir esa promesa: “Le compré la casa y el auto. Le dije: ‘Mamá, no somos pobres, pero tampoco somos millonarios’”. Ella le respondió con la frase que él todavía atesora: “¿Te acordás de lo que te dije? Dios nunca se olvida, y los Reyes menos”.