Santiago Viola pasó de ser un abogado de bajo perfil a convertirse en uno de los nombres más influyentes dentro del engranaje judicial y político de La Libertad Avanza. Con presencia constante en tribunales y un rol clave en la estructura formal del partido, es hoy el elegido de Karina Milei para encabezar una reorganización profunda de la interlocución judicial del Gobierno.
El movimiento implica desplazar al esquema que hasta ahora comandaba Santiago Caputo junto a su operador de confianza, Sebastián Amerio, y concentrar las gestiones legales en un núcleo reducido que responda directamente a la hermana del Presidente.
Viola figura como apoderado de LLA en la documentación electoral y acompaña al espacio libertario desde sus primeros pasos, ocupando tareas esenciales ante la Justicia Electoral y coordinando acciones legales sensibles para el partido. Esa cercanía política -sumada a la confianza personal de Karina Milei- explica su ascenso: el oficialismo busca eliminar intermediarios, fortalecer su estructura técnica y ordenar un frente judicial que considera estratégico para sostener sus reformas.
Pero su trayectoria está lejos de ser lineal. Viola fue abogado de los hijos de Lázaro Báez en expedientes por lavado de dinero que marcaron la saga judicial del kirchnerismo. También estuvo involucrado en una investigación por un presunto intento de influir en la causa Báez mediante testigos falsos para apartar al juez Sebastián Casanello. Si bien terminó sobreseído, aquel episodio lo dejó asociado al mundo de los operadores judiciales y a las lógicas de poder que él mismo dice no representar.
Otro punto controvertido en su historial es su participación como defensor de Norma Berta Radice, hermana del represor Jorge Radice, en una causa relacionada con apropiación de bienes de personas desaparecidas en la ex ESMA. Su presencia en expedientes vinculados a delitos de lesa humanidad generó críticas de organismos de derechos humanos y sectores progresistas, que cuestionan que el oficialismo lo eleve a un rol institucional tan central. Para el Gobierno, en cambio, se trata simplemente de un abogado penalista con experiencia en causas complejas.
La ofensiva interna de Karina Milei para colocar a Viola como interlocutor exclusivo con la Justicia simboliza más que un recambio técnico: marca un reordenamiento del poder dentro de LLA. Viola encarna la decisión de profesionalizar la estructura legal del oficialismo, pero también arrastra un pasado que alimenta suspicacias.
Para sus detractores, es la prueba de que el Gobierno que prometía enfrentar a “la casta” se apoya en un operador atravesado por las tramas más ásperas del poder judicial argentino. Para sus defensores, es el único capaz de darle a LLA la musculatura jurídica que hoy exige su proyecto político.
GZ