Cada diciembre, Gubbio vuelve a convertirse en uno de los destinos festivos más singulares de Italia. La ciudad, ubicada en la región de Umbría, ilumina la ladera del Monte Ingino con una instalación que forma el árbol de Navidad más grande del mundo, una distinción que obtuvo oficialmente en el Récord Guinness en 1991 y que mantiene desde entonces.
La figura supera los setecientos cincuenta metros de altura y se extiende unos cuatrocientos cincuenta metros de ancho. Está compuesta por más de setecientas luces, distribuidas en un diseño que dibuja el contorno del árbol y que culmina con una estrella gigante visible a kilómetros. Su escala monumental permite que el árbol se vea desde distintos puntos del valle incluso sin necesidad de aproximarse a la ciudad.
La historia comenzó en 1981, cuando un grupo de voluntarios de Gubbio decidió crear un símbolo navideño que destacara a la ciudad frente a otras celebraciones regionales. Inspirados en la idea de transformar el monte en una figura visible desde grandes distancias, diseñaron un sistema que combinaba soportes anclados en la montaña, cables que recorrían cientos de metros y luces capaces de soportar las bajas temperaturas del invierno.
Ese espíritu comunitario continúa hasta hoy: cada año los mismos voluntarios y nuevas generaciones se encargan del montaje, una tarea que puede durar semanas. La instalación es revisada cable por cable, se reemplazan los puntos luminosos desgastados y se ajustan los sistemas de control, manteniendo viva una tradición que ya supera las cuatro décadas.
La ceremonia de encendido se convirtió en un clásico del calendario navideño italiano. Miles de personas se reúnen en las calles y plazas de Gubbio, especialmente en la Piazza 40 Martiri, donde se organiza la celebración oficial. Música, discursos, espectáculos breves y la tradicional cuenta regresiva anticipan el momento exacto en que el árbol se ilumina por completo, transformando la montaña en un mural de luces suspendido sobre la ciudad medieval.

A lo largo de los años, el encendido fue confiado a personalidades invitadas: astronautas, científicos, deportistas y figuras de la vida pública italiana. En 2014, el Papa Francisco realizó el encendido de manera remota, un gesto que quedó grabado como uno de los momentos más recordados de esta tradición.
Aunque el espíritu artesanal se mantiene, la instalación evolucionó. En las últimas décadas, se reemplazaron las luces originales por sistemas LED de bajo consumo, se estabilizaron las estructuras y se integraron paneles de control que permiten modificar la intensidad, los colores y los efectos. Parte de la energía utilizada proviene de fuentes renovables, lo que redujo considerablemente el impacto ambiental de una obra de semejante magnitud.
El árbol permanece encendido durante todo diciembre y la primera semana de enero, atrayendo a turistas nacionales e internacionales que llegan exclusivamente para fotografiarlo o contemplarlo desde distintos puntos panorámicos del valle.
El árbol de Gubbio no solo funciona como atractivo turístico, sino como emblema identitario. La ciudad lo utiliza para promover eventos culturales, para homenajear causas especiales y para reforzar su perfil histórico y medieval. Su imagen aparece en campañas regionales, material turístico y transmisiones televisivas cada fin de año.
Además, la instalación inspiró proyectos similares en otras partes del mundo, aunque ninguno logró alcanzar la magnitud ni el reconocimiento oficial del árbol italiano.