La tragedia que atravesó a la familia Pérez quebró todos los moldes posibles: la madre que perdió a una hija a manos de un sicario es la misma que hoy defiende al hijo acusado de haber apretado el gatillo. Liliana, protagonista involuntaria de un drama que no cesa, volvió a tomar la palabra para sostener una posición tan solitaria como firme. “Mi postura sigue siendo que mi hijo es inocente. Le están haciendo pagar por algo que no hizo. Mi hijo no mató a su hermana”, afirmó.
Gabriela Pérez tenía 24 años cuando un disparo la alcanzó en medio de un acto del gremio Soelsac el 9 de septiembre de 2023, en el club Yapeyú de Córdoba. La fiscal Silvana Fernández dio un giro drástico meses después al señalar como autor de ese balazo a Gustavo Herrera, hermano de la víctima, hoy detenido en Bouwer y enviado a juicio por homicidio agravado por dolo eventual y tentativa de homicidio.
Liliana no acepta esa reconstrucción. Con la voz quebrada, volvió a pedir que su hijo sea liberado y que la investigación tome otro rumbo. “Basta de hacerme daño a mí y a mi familia. Busquen realmente a los culpables, al que mató a mi hija”, dijo en diálogo con La Voz . Y lanzó una serie de interrogantes que revelan el desgaste emocional de casi dos años de proceso: “¿Qué buscan? ¿Qué quieren? ¿Que se quite la vida? ¿Sacarme a otro hijo más, como me llevaron a mi hija?”.

El duelo inconcluso y el derrumbe familiar son parte del drama que ella describe. La nieta de ocho años llora por su madre y también extraña al tío con quien mantiene llamados desde la cárcel. “Mis hijos siempre fueron muy unidos, se cuidaron entre todos. Por eso yo sé que Gustavo no mató a su hermana”, reafirmó.
Liliana también asegura sentirse desamparada por el sistema judicial. Dice que la fiscal Fernández dejó de comunicarse con la familia y repite que su hijo “lleva dos años preso por algo que no hizo”. Su reclamo apunta a un frente que, para ella, sigue sin ser investigado: la interna gremial en Soelsac. “Obligaron a mi hija a ir a esa reunión. Llevaron a gente inocente y los pusieron en la línea de fuego. La Justicia tiene que buscar a los criminales”, planteó. Para ella, detrás del ataque hay nombres y tensiones que nunca fueron profundizadas.

En su casa, Liliana dice sentir la presencia de Gabriela y sostiene que ese lazo espiritual es lo que la mantiene en pie. “Yo pido justicia por mis dos hijos: por Gabriela y por Gustavo. Los dos son víctimas”, afirmó, como un mantra que repite desde el inicio de la causa.
Del otro lado del expediente, la querella —representada por el abogado Carlos Nayi, esposo de Gabriela y padre de la niña— sostiene lo contrario. Considera que las pruebas que apuntan a Herrera son contundentes: peritajes antropométricos, filmaciones, vínculos previos con el prófugo Luis Mendoza, cambios de teléfonos, rastreos de comunicaciones y movimientos posteriores al ataque. Para esa parte, la elevación a juicio es el paso necesario para llegar a la verdad.
La fiscal Fernández resolvió avanzar con el proceso y también imputó a Adrián “Petaca” Vallejos como coautor. Según la investigación, Herrera habría sido quien disparó hacia el interior del club, atravesando una puerta antes de impactar en Gabriela, que almorzaba ajena al conflicto sindical que estallaba afuera.
Mientras la causa avanza hacia los tribunales, Liliana sostiene su cruz personal: defender la memoria de una hija muerta y la inocencia de un hijo preso. En ese territorio frágil, insiste en que la verdad aún no llegó y que la Justicia “mira hacia el lado equivocado”.