En Wake Up Dead Man: un misterio de Knives Out, Rian Johnson decide llevar el policial clásico a un territorio más incómodo y místico. Esta tercera entrega de la saga no solo eleva la complejidad del enigma, sino que traslada todo a una iglesia y transforma al misterio en una excusa para reflexionar sobre la fe, la culpa y el poder. Durante la conferencia de prensa, Rian Johnson, Josh O’Connor y Glenn Close definieron a la película como la más oscura del universo Knives Out en Netflix.
“Esto es, por lejos, lo más difícil que escribí en mi vida”, reconoce Rian Johnson al hablar del proceso creativo de Wake Up Dead Man: un misterio de Knives Out. Lejos de apoyarse en la experiencia de las películas anteriores, el director aclara que el mayor desafío no estuvo en la mecánica del misterio: “No fue necesariamente porque el enigma fuera más complejo, sino por los elementos temáticos, porque la película trata sobre la fe”.
Ese eje atraviesa su historia personal. “Crecí siendo muy religioso, fui profundamente cristiano hasta mis veintipocos años, y hoy ya no soy creyente”, confiesa. Desde ese lugar, Johnson busca una mirada honesta: “Quería observar la fe desde múltiples ángulos, de una manera sincera, que sea ofensiva, pero que al mismo tiempo tuviera un espíritu generoso”. Esa tensión se convierte en el corazón del film y le otorga una capa surreal poco habitual dentro del género.
O’Connor construye a su personaje desde una contradicción constante. “Crecí en un entorno irlandés católico, y creo que tengo una fe bastante fuerte, aunque no necesariamente tenga un lugar claro”, explica el actor, trazando un paralelismo directo con el conflicto que atraviesa su rol en la película.
Para el actor de La quimera y Desafiantes, el tono de Wake Up Dead Man: un misterio de Knives Out se sostiene en lo que hay debajo de la comedia. “Uno puede moverse en el lado cómico si por debajo hay algo verdadero burbujeando en ese personaje”, expresa. Esa idea define el espíritu de la película. “Muy a menudo, las mejores interpretaciones cómicas están al borde de algo profundo e incómodo”, agrega, describiendo ese equilibrio entre risa y tragedia que Johnson bien sabe explotar.

La incorporación de Glenn Close aporta un manto decisivo a la película. Su enfoque fue claro desde el origen. “La única manera de interpretar a este personaje era hacerlo como una verdadera creyente”, afirma la actriz. Para la intérprete estadounidense, cualquier distancia irónica habría vaciado de sentido al rol.
Ese compromiso total es lo que vuelve inquietante su presencia. “Uno se encuentra riéndose en un momento y al siguiente horrorizado por el comportamiento humano”, reflexiona. La película juega constantemente con ese vaivén emocional, obligando al espectador a reír y, casi de inmediato, a cuestionar aquello que acaba de aceptar con naturalidad.

A diferencia de las entregas anteriores, Wake Up Dead Man: un misterio de Knives Out apuesta por una atmósfera más sombría y gótica, donde cada decisión estética dialoga con el estado emocional de los personajes. Johnson lo resume con claridad: “Quería que el mundo exterior invadiera el interior, que los cambios de luz modificaran el tono emocional de las escenas”.
En ese contexto, el misterio deja de ser solo un juego intelectual. Ya no se trata únicamente de descubrir al culpable, sino de observar cómo las creencias y las estructuras de poder moldean las acciones de los personajes. Wake Up Dead Man: un misterio de Knives Out entretiene, pero también incomoda, y en ese gesto se convierte en la película más madura y perturbadora de la saga.

Con esta tercera entrega, Rian Johnson confirma que Knives Out es mucho más que una franquicia exitosa: es un espacio donde el cine de género se cruza con preguntas morales profundas. El crimen es el disparador, pero el verdadero enigma sigue siendo el mismo: qué hacemos con aquello en lo que creemos.