La asunción de José Antonio Kast como presidente de Chile introduce una variable clave en la histórica cuestión patagónica con Argentina: la afinidad ideológica con el gobierno de Javier Milei. Ambos líderes comparten una visión de Estado fuerte en seguridad, escepticismo frente a disputas simbólicas y una lectura pragmática de los conflictos heredados, lo que reduce incentivos para reabrir controversias territoriales de alto costo político.
En ese marco, la disputa pendiente en el Campo de Hielo Patagónico Sur aparece más como un desafío técnico que como una bandera nacionalista. Kast hereda un tema complejo, sin urgencias inmediatas y con mecanismos bilaterales ya existentes. Su perfil sugiere una estrategia de inacción calculada: evitar escaladas discursivas, sostener el statu quo y privilegiar el trabajo de comisiones técnicas antes que decisiones unilaterales.
La convergencia entre Kast y Milei habilita un clima político favorable para descomprimir tensiones históricas. Lejos de impulsar gestos de confrontación, el nuevo gobierno chileno podría optar por reforzar la cooperación administrativa y cartográfica, alineándose con Buenos Aires en la idea de que la estabilidad fronteriza es un activo estratégico, no un problema a explotar políticamente.
Esa lógica también responde a prioridades internas. Para Kast, la seguridad urbana, el control migratorio y la reactivación económica ocupan el centro de su agenda. La Patagonia, aun con su valor geopolítico, no figura entre los focos inmediatos de poder. La inacción en términos de redefinición fronteriza, en este contexto, funciona como una decisión política racional, coherente con un liderazgo orientado a resultados concretos.

Desde una perspectiva regional, la sintonía entre Santiago y Buenos Aires reduce el riesgo de que la cuestión patagónica se transforme en un foco de fricción. La coincidencia entre dos gobiernos de derecha favorece una narrativa de orden, previsibilidad y respeto por los acuerdos vigentes, enviando señales claras tanto a actores internos como a observadores internacionales.

En ese sentido, la eventual falta de iniciativas de Kast sobre la Patagonia no debe leerse como desinterés, sino como una apuesta por la estabilidad. La combinación de afinidad ideológica, costos elevados de cualquier disputa y prioridades domésticas compartidas sugiere que, bajo Kast y Milei, la frontera austral seguirá siendo un espacio de cooperación silenciosa más que de conflicto abierto.
