El Congreso nacional cerró 2025 con un dato histórico que expone la profundidad de la crisis política entre poderes del Estado: apenas 11 leyes sancionadas en todo el año, el registro más bajo de los últimos diez años y uno de los peores desde el regreso de la democracia en 1983.
El balance, elaborado por la organización Directorio Legislativo, refleja un Parlamento paralizado por la confrontación con el Poder Ejecutivo, la fragmentación política y una estrategia oficialista centrada más en bloquear iniciativas que en impulsar una agenda propia.
Desde su asunción, el presidente Javier Milei marcó una relación tensa con el Congreso, al que llegó a definir como un “nido de ratas”. Ese clima de choque permanente se trasladó al funcionamiento parlamentario durante todo el período ordinario, que finalizó formalmente el 30 de noviembre.

En total, hubo 22 sesiones, pero la mitad fueron especiales, una señal clara de la imposibilidad de consensuar un plan de trabajo sostenido entre oficialismo y oposición.
El resultado fue una producción legislativa mínima, inédita para un año sin pandemia ni crisis institucional formal.
La escasa producción normativa dejó otro dato contundente: ninguna de las 11 leyes sancionadas fue impulsada por el gobierno de Milei.
De ese total, ocho normas fueron promovidas por la oposición y las tres restantes corresponden a acuerdos internacionales enviados durante la gestión de Alberto Fernández, que habían quedado pendientes y recién fueron ratificados este año.
El listado de leyes aprobadas muestra una agenda defensiva y reactiva, más vinculada a emergencias que a un programa de gobierno integral.
Entre las normas sancionadas se destacan:
Se trata, en todos los casos, de respuestas a demandas sectoriales o coyunturales, sin un hilo conductor estratégico.

La tensión institucional también se expresó en el uso intensivo del veto presidencial. De las 11 leyes aprobadas, siete fueron vetadas por el Ejecutivo, aunque en tres casos el Congreso logró insistir y revertir la decisión, un hecho poco frecuente que expone la debilidad política del oficialismo en ambas cámaras.
En paralelo, la oposición apeló de manera inédita a los emplazamientos a comisión, una herramienta que obliga a tratar proyectos bloqueados. En 2025 se registraron 20 emplazamientos, cuando el promedio histórico no superaba los tres por año.
Según Directorio Legislativo, el Congreso fue “más que nunca territorio opositor”, utilizando herramientas tradicionales —y otras casi en desuso— para contrarrestar a un Ejecutivo encerrado en una lógica defensiva.
El rol de contrapeso también se reflejó en el tratamiento de los Decretos de Necesidad y Urgencia (DNU). En 2025 se rechazaron cinco sobre un total de 33, consolidando un Congreso activo frente a un Presidente que apostó fuerte a gobernar por decreto.
La combinación de vetos, emplazamientos y rechazo de DNU configuró un escenario de choque permanente, con bajo nivel de acuerdos y alta conflictividad política.

Pese al balance negativo, el escenario podría modificarse a partir de la nueva correlación de fuerzas surgida tras las elecciones de octubre. La Libertad Avanza y el PRO suman ahora 95 diputados, convirtiéndose en la primera minoría, mientras que Fuerza Patria quedó cerca con 93 bancas.
En el Senado, el oficialismo pasó a ser la segunda minoría con 21 miembros, detrás del peronismo, que conserva 28 pero con sectores dispuestos a negociar.
Con ese nuevo mapa, el Gobierno busca invertir la lógica de 2025: dejar atrás la estrategia defensiva y avanzar con su propia agenda.
En el período de sesiones extraordinarias, el oficialismo apunta a aprobar:
El desafío será construir alianzas estables en un Congreso que ya demostró su capacidad para bloquear, insistir y condicionar al Ejecutivo.
El récord negativo de 2025 no solo refleja un problema de números, sino una señal política de fondo: sin acuerdos mínimos entre poderes, la capacidad del sistema para producir leyes se paraliza.
El 2026 aparece así como una prueba clave para el Gobierno de Milei: o logra pasar de la confrontación a la negociación, o el Congreso volverá a ocupar el centro de la escena como principal límite político de la Casa Rosada.