El presidente de la Confederación Económica de la Provincia de Buenos Aires (CEPBA), Guillermo Siro, visitó El Living de NewsDigitales y dejó un diagnóstico crudo sobre la situación de las pymes industriales en la Argentina. Denunció que la apertura de importaciones sin reglas simétricas, la presión impositiva y los costos “ocultos” están empujando al cierre de empresas y a la destrucción de empleo, al tiempo que reclamó un Estado que garantice infraestructura básica, seguridad y control serio sobre el comercio exterior.
Desde su rol de dirigente empresario, Siro defendió la necesidad de competir con el mundo, pero “en una cancha nivelada” y con un sistema impositivo y laboral que premie a quienes producen y cumplen la ley, en lugar de penalizarlos.
Siro recordó que la provincia de Buenos Aires concentra “el 50% de la manufactura de origen industrial” del país, por lo que cualquier política que afecte la producción se siente de manera directa en el entramado pyme bonaerense. Y cuestionó con dureza la forma en que se abrió el comercio exterior:
“El problema no es competir con productos importados; el problema es competir sin las mismas condiciones. Nosotros cumplimos con toda la normativa de la OIT, tenemos empleo registrado, vacaciones, aguinaldo, feriados, inasistencias pagas. En otros países eso no existe o directamente hay dumping social: producción hecha con abuso de la mano de obra”.
El dirigente puso como ejemplo el ingreso de productos desde China, Vietnam o Bangladesh, muchas veces sin derechos de importación significativos y con subfacturación en Aduana: “Un jean que acá cuesta 12 dólares puesto en fábrica, en China puede salir 3. Pero entra a la Argentina declarado como si valiera menos todavía. Se paga IVA y otros impuestos sobre 3, mientras nosotros pagamos todo sobre 12. Así no se puede competir. Si seguimos así, el que importa hace negocio y el que produce cierra”.
Siro vinculó esa situación con un problema histórico: la corrupción en los organismos de control, especialmente en la Aduana, donde -según describe- conviven gestores, empresarios y funcionarios en un “sistema” que facilita la subvaluación y la competencia desleal contra la industria nacional.

El presidente de la Confederación Económica bonaerense insistió en que el problema central no es solo el tipo de cambio, sino el conjunto de costos internos que encarecen la producción local: “El problema de la Argentina son los precios, no el tipo de cambio. Dentro de esos 100 pesos de un producto, el costo de transformación tiene un 50% de impuestos. El flete interno es el más caro de la región: llevar soja de Salta a Rosario vale casi lo mismo que de Rosario a China”.
Según explicó, hoy un producto industrial argentino incorpora alrededor de un 20% de impuestos indirectos y tasas que no se pueden recuperar al exportar. A eso se suma el esquema de retenciones, percepciones y adelantos impositivos que, a su juicio, termina convirtiendo al sector productivo en “financiador” del Estado: “Hoy el sector industrial y comercial de la provincia está financiando a la Provincia a tasa cero, a través del sistema de retenciones de Ingresos Brutos. La presión tributaria sobre el que paga todo es confiscatoria”.
Frente a esto, Siro reclama una reforma impositiva “en serio”: no para bajar la recaudación, sino para ampliar la base de contribuyentes, reducir alícuotas y terminar con un sistema que -según sus números- se sostiene con un 50% que paga, un 20% que “paga algo” y un 30% que no paga nada: “No podemos tener un modelo donde al que hace las cosas bien se lo exprime y al que evade se lo deja pasar. La solución es que todos paguen un 10 o 20% razonable, y no que algunos pocos paguen el 50% de sus ingresos”.
Siro también apuntó a las distorsiones del sistema laboral y de la justicia del trabajo, sin poner en cuestión los derechos básicos de los trabajadores: “No hay que ir contra los derechos laborales, ni del trabajador ni del empleador. Lo que hay que destruir son las malas prácticas. La indemnización no puede ser un negocio en sí mismo. El negocio tiene que ser trabajar, tener un salario digno y crecer”.
Desde su experiencia como empresario pyme, detalló el costo real de un puesto de trabajo formal: “Un trabajador que cobra un millón de pesos por mes, a la empresa le cuesta 2,17 millones. Cobra 12 meses, un aguinaldo, tiene vacaciones, feriados, inasistencias, ART y encima un 60% de cargas sociales. El trabajador tiene que producir más que eso, porque si no, la empresa se funde”.
En ese contexto, vinculó la falta de nuevos empleos formales con el temor de las pymes a los juicios laborales y a los costos imprevisibles de una eventual desvinculación: “No hay que sorprenderse de que no haya nuevos trabajadores registrados desde 2011. Muchos prefieren pagar horas extra antes que tomar un empleado nuevo, porque no saben cuánto les puede costar un juicio trucho. Así es muy difícil que se generen nuevos puestos de trabajo”.

Más allá de las críticas al esquema impositivo y comercial, Siro puso el foco en la responsabilidad básica del Estado: brindar condiciones mínimas para producir.
“No pedimos subsidios. Lo que pedimos es que el Estado haga lo que tiene que hacer: rutas en buen estado para poder sacar la mercadería, seguridad para no tener que pagar seguridad privada, salud y educación. Con eso estamos contentos”.
Recordó que la Argentina lleva décadas atrapada en una lógica de país primarizado, exportador de recursos sin generar la transformación industrial necesaria: “Hace años exportamos cuero crudo y después importamos calzado. Cuando hubo dólar alto, llegamos a exportar 600 millones de dólares en manufacturas de cuero. Pero como nunca fuimos realmente eficientes, cuando la paridad cambió, perdimos todo ese mercado”.
Para Siro, parte de la responsabilidad también recae sobre el propio empresariado, que no siempre estuvo “a la altura de los desafíos”, pero insiste en que sin reglas claras, sin control sobre la informalidad y sin un combate frontal a la corrupción en aduanas, municipios y organismos de fiscalización, la industria nacional seguirá en desventaja.
El mensaje al final vuelve al vínculo entre consumo y empleo: “Cada vez que un trabajador compra por una aplicación un producto más barato hecho en otro país, está poniendo una gotita en la botella que, cuando se llene, va a ser su propio despido. Para que haya trabajadores, primero tiene que haber actividad económica y empresas que sigan de pie. Si no cuidamos eso, terminamos convirtiendo parques industriales en cementerios industriales o en shoppings”.
Con esa advertencia, Siro sintetiza la encrucijada de las pymes: adaptarse a una nueva realidad, mejorar productividad y gestión, pero exigiendo al mismo tiempo que el Estado ordene la cancha, baje costos estructurales y garantice un marco de competencia leal frente al mundo.