En el marco de un encuentro realizado para conmemorar los 20 años del pago de la deuda al Fondo Monetario Internacional (FMI) concretado por Néstor Kirchner el 15 de diciembre de 2005, Máximo Kirchner volvió a exponer con dureza sus diferencias con la gestión económica del Frente de Todos y con parte de la dirigencia del peronismo.
Sus declaraciones, atravesadas por críticas directas al exministro Martín Guzmán y por una fuerte ironía hacia el entonces presidente Alberto Fernández, también funcionaron como una reafirmación política del gesto que lo llevó a dejar la jefatura del bloque de Unión por la Patria en Diputados.
Durante su exposición, el diputado nacional reivindicó el hito de 2005 como un punto de inflexión histórico y buscó delimitar el alcance de lo que denominó la “década ganada”.
“Es precisa: es de diciembre del 2005 a diciembre del 2015. Es tener al Fondo afuera”, afirmó, en una definición que contrastó con el regreso del organismo al centro de la política económica durante el gobierno de Alberto Fernández.
Uno de los pasajes más duros estuvo dirigido a Martín Guzmán, tanto por el acuerdo con el FMI como por su salida del Gobierno. Máximo Kirchner recordó que su negativa a acompañar el entendimiento con el Fondo le valió advertencias incluso dentro del propio espacio.
“Mirá que va a venir una lluvia de ácido sobre vos. No te lo van a festejar”, recordó que le dijo Cristina Kirchner cuando decidió no avalar el acuerdo impulsado por Guzmán y Fernández.
Al referirse a la renuncia del exministro, apuntó contra las formas y el momento elegido: “Un sábado a la tarde, que recordábamos a Perón con Cristina en la hermosa ciudad de Ensenada, Martín Guzmán se va, ni siquiera le avisa al presidente. Lo anuncia por Twitter. Ni siquiera tuvo el tupé de avisar”.
Kirchner también ironizó sobre la puesta en escena con la que el entonces presidente anunció el acuerdo con el FMI. “El presidente lo anunció con una cadena nacional con un fondo verde donde faltaban ardillitas atrás. Y Fiona y Shrek”, dijo, aludiendo al tono optimista del mensaje oficial.
En esa línea, cuestionó la lógica comunicacional del Gobierno y la distancia entre el relato y la realidad: “Muchas veces se cree que, por anunciar las cosas de esa manera, va a ser que lo que es malo sea bueno. Lo esencial son las decisiones”, remarcó.
Y agregó que, de haberse dicho la verdad, el impacto político podría haber sido distinto: “Si ese viernes del fondo verde decía que teníamos una pistola en la cabeza porque Macri nos puso de rodillas con el FMI, quizás la realidad hubiera sido otra. Pero se decidió decirle a los argentinos que el acuerdo era bueno, y en realidad el acuerdo era pésimo”.
En aquella cadena nacional, Fernández había enfatizado que el entendimiento alcanzado con el FMI no implicaba las condicionalidades clásicas del organismo: “Este acuerdo no condiciona nuestro crecimiento ni impone reformas estructurales”. Y remarcaba que no se trataba de un programa de ajuste ya que el Gobierno había logrado preservar el gasto social y que las políticas públicas seguirían orientadas a la recuperación del empleo y la actividad económica.
Durante el mensaje, el presidente también había apelado a un tono pedagógico para justificar la negociación. Señalaba que el acuerdo permitía “ordenar el problema de la deuda” y ganar tiempo para que la economía creciera, al tiempo que insistía en que se había conseguido el “mejor acuerdo posible” dadas las circunstancias. Según Fernández, el entendimiento evitaba mayores tensiones cambiarias y financieras que hubieran afectado directamente a la población.
Finalmente, Alberto Fernández buscó dotar al anuncio de un clima optimista y de alivio político. Además, planteó que el acuerdo abría una nueva etapa de estabilidad y llamó a la dirigencia y a la sociedad a acompañar la decisión. Ese tono esperanzador del mensaje fue, justamente, el que luego sería blanco de ironías y críticas internas, en particular por parte de Máximo Kirchner, quien sostuvo que la comunicación no reflejó la gravedad real del compromiso asumido con el Fondo.
Las declaraciones se inscriben en el contexto político que derivó en su renuncia a la jefatura del bloque oficialista, un gesto que Máximo Kirchner volvió a defender al señalar que el problema no fue una disputa de poder sino de convicciones.
“El estigma del adversario político no me molesta mientras sea de afuera. El drama es cuando hay sectores del peronismo que usan el lenguaje del adversario para criticarte por la falta de argumentos políticos”, subrayó.
En el cierre, cargó con dureza contra lo que denominó los “sommeliers de los errores de Cristina”, en alusión a dirigentes y analistas internos del peronismo. “Que una vez nos traigan ellos sobre la mesa los errores que cometieron para encontrarnos desde la verdad y el compañerismo, no desde la especulación política”.