La vicegobernadora bonaerense, Verónica Magario, resolvió finalmente no asumir la banca de diputada provincial que había obtenido en las elecciones del 7 de septiembre, donde encabezó la lista de Fuerza Patria por la Tercera Sección Electoral. La decisión llegó en un momento delicado para el peronismo de la provincia de Buenos Aires, atravesado por disputas internas que ya no solo eran políticas, sino también institucionales.
Al presentar formalmente su renuncia a la banca -a la que nunca llegó a jurar- Magario despejó una incógnita que venía generando ruido en la Cámara de Diputados y debilitando al bloque oficialista. La indefinición implicaba que el peronismo tuviera una banca menos en las sesiones, en un contexto de votaciones ajustadas y negociaciones sensibles.
Con la renuncia, Magario evitó un conflicto reglamentario, ordenó la representación del oficialismo y garantizó la continuidad de su rol como presidenta del Senado bonaerense.

La decisión no puede leerse de manera aislada. En paralelo, el Senado provincial vive una fuerte pulseada interna. El kirchnerismo reclama una sesión extraordinaria para tratar dos proyectos del Poder Ejecutivo que perderán estado parlamentario antes de fin de año, y presiona además para definir las vicepresidencias de la Cámara alta.
Ese punto es clave porque la vicepresidencia primera del Senado no solo administra recursos y estructura, sino que también ocupa un lugar central en la línea de sucesión del Poder Ejecutivo provincial, detrás del gobernador Axel Kicillof y la propia Magario. En ese tablero, Cristina Fernández de Kirchner impulsa al intendente de José C. Paz, Mario Ishii, mientras que el axelismo busca preservar influencia.
Si Magario hubiera asumido como diputada y pedido licencia, debía abandonar temporalmente la presidencia del Senado, lo que abría la puerta a un reordenamiento incómodo para el oficialismo. La renuncia directa cerró ese escenario.
En lugar de Magario asumió Silvina Nardini, concejal de Ensenada y dirigente alineada con el intendente Mario Secco, uno de los jefes comunales más cercanos a Kicillof. De esta manera, el gobernador no pierde presencia política dentro del bloque peronista de Diputados, aunque el Movimiento Derecho al Futuro sigue siendo minoría en la bancada.

La jura de Nardini tuvo un fuerte contenido simbólico, con referencias a la educación pública, a Hebe de Bonafini y a las banderas históricas del peronismo, en un gesto que buscó reforzar identidad política en medio de la interna.
El caso de Magario no es aislado. Su candidatura fue testimonial, una práctica ya conocida en la política bonaerense. Un ejemplo reciente es el del ministro de Infraestructura, Gabriel Katopodis, quien fue electo senador provincial, juró y luego pidió licencia para continuar en el gabinete por decisión del propio Kicillof.
También en la última sesión se votaron otras licencias y reemplazos, lo que dejó al descubierto las tensiones entre gestión, armado político y funcionamiento institucional de la Legislatura.
Con la calma legislativa parcialmente restablecida, Magario enfrenta ahora un desafío mayor: su posible proyección como candidata a presidir el Partido Justicialista bonaerense. En el entorno del gobernador crece la idea de alinear el PJ provincial con la gestión y desplazar a Máximo Kirchner de la conducción partidaria.

El Movimiento Derecho al Futuro ya comenzó a moverse en los distritos, activando padrones y preparando el terreno para una eventual interna partidaria en febrero o marzo. En ese esquema, Magario aparece como una figura de consenso para el kicillofismo, capaz de disputar el control del partido sin romper formalmente la unidad.
Así, la vicegobernadora logró desactivar una bomba institucional en la Legislatura, pero quedó en el centro de una pelea más profunda: la conducción política del peronismo bonaerense y su estrategia de cara a 2027.
TM