La pérdida progresiva del idioma kichwa en Quito no es un fenómeno aislado ni reciente, sino la expresión visible de un proceso más profundo de debilitamiento identitario entre las comunidades indígenas urbanas. En una ciudad marcada por la modernización acelerada, el castellano se impone como lengua dominante en la educación, el trabajo y la vida pública, desplazando al kichwa a espacios privados y cada vez más reducidos. Hablar kichwa en la capital se ha convertido en un acto excepcional, no en una práctica cotidiana, lo que afecta directamente la transmisión intergeneracional del idioma.
Para muchos jóvenes indígenas que crecieron en barrios periféricos de Quito, el kichwa es una lengua que se entiende pero no se usa, o que directamente no se aprendió en el hogar. El artículo de El País recoge testimonios que evidencian cómo la discriminación histórica y el temor al estigma social empujan a las nuevas generaciones a ocultar su identidad lingüística como mecanismo de adaptación urbana. La lengua deja de ser una herramienta de pertenencia y pasa a percibirse como un obstáculo social.
El caso de Quito ilustra con claridad cómo la urbanización opera como un factor de sustitución lingüística. A pesar de que el kichwa cuenta con reconocimiento constitucional en Ecuador, su presencia en la educación formal y en los servicios públicos de la capital es limitada y, en muchos casos, simbólica. La educación intercultural bilingüe no logra consolidarse en entornos urbanos, donde el español continúa siendo el único idioma funcional para la movilidad social.
Esta asimetría lingüística refuerza una jerarquía cultural en la que el castellano se asocia con progreso, mientras el kichwa queda relegado a lo rural o lo folclórico. En este contexto, la pérdida del idioma no responde a una decisión individual aislada, sino a condiciones estructurales que penalizan su uso. La ciudad no ofrece incentivos reales para hablar kichwa, y la ausencia de políticas sostenidas termina normalizando su desaparición.
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Más allá de la comunicación, la erosión del kichwa implica la pérdida de una cosmovisión, de formas propias de entender el territorio, la comunidad y la relación con la naturaleza. Cuando una lengua se debilita, también lo hacen los saberes ancestrales que transmite. La desaparición lingüística se traduce en una fractura de la memoria colectiva indígena, especialmente entre quienes crecieron lejos de los espacios comunitarios tradicionales.
“A menudo se separa la palabra del cuerpo, pero la lengua y la voz están tan vinculadas. Español y kichwa. Este texto me ha permitido reflexionar sobre los esencialismos y preguntarme ¿cuál es nuestra primera lengua?” @VelasquezWayra en Otra forma de besar de @cristinaburneos pic.twitter.com/cmbsv1cswF
— Alejandra Santillana Ortiz (@Katatay1965) July 29, 2023
El desafío, advierten especialistas y líderes indígenas, no se limita a enseñar vocabulario o gramática, sino a restituir el valor social del idioma en la vida urbana. Sin una política pública que garantice su uso real en escuelas, medios y servicios, el kichwa corre el riesgo de convertirse en un símbolo vacío. Lo que está en juego no es solo una lengua, sino la posibilidad de una identidad indígena viva y reconocida en la ciudad.