La carrera presidencial colombiana hacia 2026 entró en una fase de definiciones anticipadas marcada por el uso de consultas internas como herramienta política. Tanto sectores de derecha como de izquierda buscan ordenar sus filas antes de la primera vuelta, conscientes de que la fragmentación electoral fue determinante en procesos anteriores. En este contexto, las consultas no son solo mecanismos formales, sino señales políticas sobre quién controla la agenda, el liderazgo y la narrativa dentro de cada bloque.
El contraste entre ambos espacios es evidente desde el punto de partida. Mientras la izquierda ya recorrió un proceso interno para legitimar a su candidato, la derecha intenta construir una alternativa sin recurrir a sus figuras históricas más influyentes. El resultado es un tablero en el que conviven estrategias distintas, pero con un objetivo común: llegar competitivos a una elección abierta, incierta y sin reelección presidencial.
El lanzamiento de una consulta de derecha sin la participación de Álvaro Uribe ni de Abelardo De La Espriella busca enviar un mensaje de renovación y amplitud. Seis aspirantes de perfiles diversos acordaron someterse a una primaria conjunta en marzo de 2026, apostando a que el mecanismo otorgue legitimidad y evite la dispersión del voto antipetrista. La iniciativa refleja un intento de reconstruir la unidad sin depender de liderazgos polarizantes, aunque también expone la dificultad de articular un relato común más allá del rechazo al Gobierno actual.
En la vereda opuesta, el Pacto Histórico ya utilizó la consulta como un instrumento de cierre interno. La elección anticipada de su candidato permitió a la izquierda ordenar su oferta política, reducir tensiones internas y proyectar continuidad tras el mandato de Gustavo Petro. En este caso, la consulta funcionó como un mecanismo de consolidación, más que de competencia abierta, reforzando la idea de un bloque cohesionado frente a un escenario electoral complejo.
“Colombia no necesita exprimir más al ciudadano común, sino liberar la fuerza productiva de sus sectores estratégicos.”
— DE LA ESPRIELLA STYLE (@DELAESPRIELLAE) December 17, 2025
👉 https://t.co/1C0pCybLR0 pic.twitter.com/9wawigwCRP
Ambas experiencias revelan que las consultas son también apuestas de alto riesgo. Para la derecha, el desafío será convertir un acuerdo procedimental en una candidatura con tracción electoral real, capaz de competir contra proyectos ya estructurados. La ausencia de un liderazgo dominante puede leerse como apertura, pero también como falta de un eje claro que ordene apoyos territoriales y electorales.
Si algo nos ha enseñado el presidente Uribe es que sin importar la crisis, siempre podemos salir adelante y ponernos en pie. Vamos a construir la Colombia que nos merecemos. #PalomaValencia2026 pic.twitter.com/IeeZwvpncy
— Paloma Valencia L (@PalomaValenciaL) December 17, 2025
Para la izquierda, en cambio, el riesgo reside en la gestión del desgaste del poder. Haber definido temprano a su candidato no garantiza éxito si la coalición no logra capitalizar logros de Gobierno y contener el descontento social. En ese sentido, las consultas muestran su límite: ordenan internamente, pero no reemplazan la necesidad de construir mayorías sociales en un electorado volátil y exigente.