19/12/2025 - Edición Nº1046

Sociedad


Corralito del 2001

Argentinazo: el estallido que desnudó una crisis, rompió un país y echó a un presidente

19/12/2025 | El 19 y 20 de diciembre de 2001 Argentina vivió un levantamiento social sin líderes claros que marcó el clímax de una profunda crisis económica y política.



La semilla del Argentinazo estuvo en un combo tóxico: una recesión prolongada desde fines de los ‘90, deuda pública fuera de control, desempleo y pobreza en alza, y un sistema de tipo de cambio fijo. El plan de Convertibilidad (que ataba el peso al dólar) se volvió una trampa. Cuando la economía dejó de crecer y el dinero escaseó, el Gobierno impuso el “corralito”, limitando drásticamente la extracción de ahorros bancarios desde principios de diciembre. La medida generó indignación, ya que millones veían sus ahorros congelados en los bancos.

La situación política también estaba renga: el presidente de ese entonces, Fernando de la Rúahabía llegado al poder en 1999 prometiendo “un peso, un dólar”, pero su coalición se disolvió en medio de crisis internas y renuncias de ministros, dejando al Gobierno sin respaldo instituciona.

La chispa y la explosión social

El 19 de diciembre de 2001, hartos y sin salida aparente, millones de argentinos salieron a la calle. No fue una protesta organizada por partidos políticos dominantes: fue espontánea. Cacerolazos en barrios de clase media se mezclaron con piqueteros (bloqueos de rutas por trabajadores desempleados) y movimientos populares. El grito fue claro: “¡Que se vayan todos!”, síntesis de descontento ciudadano contra políticos de todos los signos.

Esa noche De la Rúa declaró el estado de sitio por cadena nacional para supuestamente “controlar” la crisis. ¿La reacción popular? Se intensificó; y las cacerolas crecieron en volumen en plazas y esquinas de todo el país.

Violencia desatada y represión estatal

La protesta no fue pacífica en todas sus aristas y varias ciudades vivieron saqueos a supermercados y comercio menor. Las fuerzas de seguridad respondieron con represión dura. En Buenos Aires la Masacre de Plaza de Mayo dejó al menos cinco muertos ese día, entre ellos Carlos “Petete” Almirón, militante popular asesinado durante la represión policial. En total, entre 19 y 20 de diciembre murieron oficialmente 39 personas por balas de fuerzas de seguridad y grupos de choque, y miles resultaron heridas o detenidas.

La violencia policial incluyó el uso de gases lacrimógenos, balas de goma y embestidas con caballería incluso contra grupos tradicionalmente respetados como las Madres de Plaza de Mayo, que marchaban pacíficamente ese jueves histórico. Las escenas de lucha en Plaza de Mayo, Congreso y avenidas como 9 de Julio quedaron grabadas en la memoria colectiva; imágenes que mostraban fuerzas de seguridad rodeando manifestantes y enfrentamientos intensos con sectores de la multitud.

Que se vayan todos”: el final de un Gobierno

La situación institucional colapsó en cuestión de horas. Minutos después de dictar el estado de sitio el 19, el jefe económico Domingo Cavallo presentó su renuncia; a medianoche todo el Gabinete siguió el mismo camino. Sin apoyos políticos y con protestas masivas, De la Rúa firmó su renuncia el 20 de diciembre y abandonó la Casa Rosada en helicóptero, imagen que se volvió símbolo de la crisis.

Le siguió un caos institucional breve pero intenso: en menos de dos semanas pasaron por la presidencia cinco figuras distintas hasta que Eduardo Duhalde fue designado para completar el mandato hasta 2003.

Consecuencias y legado

Más que un episodio de violencia, el Argentinazo fue un quiebre de confianza. Desnudó la fragilidad del modelo económico, pulverizó la representación política tradicional y cambió para siempre la forma en que muchos argentinos veían al Estado y al sistema financiero. Argentina sufrió una de las mayores contracciones económicas de su historia, con una profunda recesión y un default soberano sin precedentes.

A partir de las cenizas del 2001 surgieron nuevas formas de organización popular: asambleas barriales, movimientos de desocupados y redes de solidaridad que perduran en la memoria colectiva como respuesta directa a la crisis institucional.