La decisión de la Unión Europea de retrasar nuevamente la firma del acuerdo comercial con el Mercosur volvió a poner en evidencia las fragilidades políticas que rodean a uno de los pactos más extensos y complejos de la agenda global. Tras más de dos décadas de negociaciones, el entendimiento técnico alcanzado no logró traducirse en consenso político pleno entre los 27 Estados miembros, lo que derivó en una postergación que, aunque acotada en el calendario, resulta significativa en términos simbólicos y económicos.
Para el Mercosur, el aplazamiento prolonga una etapa de incertidumbre que afecta decisiones de inversión, planificación exportadora y señales hacia terceros socios. El acuerdo con la UE es visto como una puerta de acceso preferencial a uno de los mercados más grandes y regulados del mundo, por lo que cada demora refuerza la percepción de que los compromisos europeos están condicionados por dinámicas internas más que por la voluntad de cerrar alianzas estratégicas externas.
El nuevo freno al acuerdo tiene su origen central en la política doméstica europea, particularmente en países como Francia e Italia, donde los sectores agrícolas ejercen una presión sostenida sobre sus gobiernos. La apertura a productos agroindustriales sudamericanos sigue siendo percibida como una amenaza directa a productores locales, en un contexto marcado por protestas rurales, costos crecientes y un clima electoral sensible en varios Estados miembros.
A esa resistencia sectorial se suma una discusión más amplia sobre el rumbo de la política comercial europea. Mientras economías como Alemania y España defienden el acuerdo como una herramienta para fortalecer la competitividad global de la UE, otros gobiernos priorizan la protección interna y demandan salvaguardas adicionales. La falta de una voz unificada debilita la capacidad europea de proyectarse como socio confiable, especialmente frente a regiones que buscan diversificar sus vínculos comerciales.
El grito de supervivencia de los agricultores llega a Bruselas. No quieren ser aplastados por el Pacto Verde y terceros países como Marruecos o Mercosur.
— Arturo Villa (@ArturoVilla_) December 18, 2025
Esto es lo que más importa a los extremeños. No las mentiras de lacayos mediáticos.
¡Fuerza amigos! Siempre con vosotros. pic.twitter.com/VCpq8v0A2H
Para Argentina, Brasil, Uruguay y Paraguay, el retraso no es un hecho neutro. El acuerdo con la UE prometía mejoras arancelarias, previsibilidad normativa y un marco estable para ampliar exportaciones industriales y agroalimentarias. La demora posterga esos beneficios y mantiene a las economías del bloque compitiendo en desventaja frente a países que ya cuentan con tratados vigentes con Europa.
El Canciller Pablo Quirno en su intervención en la LXVII Reunión Ordinaria del Consejo Mercado Común (CMC), preparatoria de la Cumbre de Presidentes de los Estados Partes del MERCOSUR y Estados Asociados, en la ciudad de Foz do Iguaçu, Brasil pic.twitter.com/Qgnv06izyt
— Cancillería Argentina 🇦🇷 (@Cancilleria_Ar) December 19, 2025
Más allá del comercio, el episodio tiene una lectura geopolítica. En un escenario de creciente competencia entre potencias y reconfiguración de cadenas globales, la incapacidad de cerrar el acuerdo refuerza la tentación del Mercosur de profundizar vínculos alternativos, en particular con China y otros actores extrarregionales. La ventana europea sigue abierta, pero cada aplazamiento reduce su atractivo estratégico y erosiona la paciencia política en Sudamérica.