La Navidad, una de las celebraciones más extendidas del mundo, no forma parte del calendario oficial en numerosos países donde la religión dominante no es el cristianismo. En Estados de mayoría musulmana, la fecha del 25 de diciembre no tiene estatus de feriado nacional, reflejando una organización social y política profundamente vinculada al islam y a sus propias festividades religiosas.
En países como Arabia Saudita, Irán, Pakistán, Afganistán o Yemen, el calendario oficial gira en torno a celebraciones islámicas como el Eid al-Fitr y el Eid al-Adha. La Navidad, en ese contexto, carece de reconocimiento estatal y, en algunos casos, su expresión pública está restringida. Esto no implica necesariamente la inexistencia de celebraciones, sino su desplazamiento al ámbito privado o comunitario.
La situación varía significativamente entre países. En Arabia Saudita, durante años la exhibición pública de símbolos navideños estuvo prohibida, aunque en tiempos recientes se observa una mayor tolerancia. En Irán, donde existe una histórica minoría cristiana, la Navidad se celebra dentro de iglesias y comunidades específicas, sin carácter oficial ni visibilidad masiva.
En otros Estados del Golfo, como Qatar o los Emiratos Árabes Unidos, la Navidad no es feriado, pero sí es tolerada y visible en espacios comerciales y en comunidades extranjeras. Esta apertura parcial responde tanto a la presencia de población expatriada como a estrategias de proyección internacional y turismo.

La ausencia de la Navidad como festividad oficial no responde únicamente a razones teológicas, sino también a decisiones políticas sobre identidad nacional. En muchos de estos países, el Estado se define explícitamente por su religión mayoritaria, y el calendario público cumple una función simbólica de afirmación cultural.

Así, la no celebración oficial de la Navidad no implica aislamiento cultural, sino una delimitación clara entre fe dominante, minorías religiosas y espacios de tolerancia. El contraste con países de tradición cristiana ilustra cómo una misma fecha puede adquirir significados radicalmente distintos según el entramado religioso y político de cada sociedad.