El Museo del Louvre comenzó a instalar rejas metálicas de seguridad en uno de sus balcones externos, luego de que ese punto fuera utilizado en octubre para perpetrar un robo que dejó en evidencia vulnerabilidades en la protección del museo más visitado del mundo.
El episodio ocurrió a primera hora de la mañana y fue ejecutado con precisión. Un grupo de delincuentes accedió al edificio utilizando un balcón elevado, forzó una ventana y llegó hasta la Galería de Apolo, uno de los espacios más emblemáticos del palacio, donde se exhiben joyas históricas ligadas a la monarquía francesa. En cuestión de minutos, lograron sustraer piezas de altísimo valor simbólico y económico antes de huir sin ser detectados.
El hecho generó un fuerte impacto en Francia y reavivó el debate sobre la seguridad del patrimonio cultural. A pesar de contar con vigilancia permanente, sensores y cámaras, el robo demostró que ciertos accesos secundarios no contaban con el nivel de protección necesario frente a operaciones planificadas.
Como respuesta inmediata, las autoridades del museo avanzaron con barreras físicas permanentes, un refuerzo del sistema de cámaras en áreas externas y una mayor presencia policial en los alrededores del edificio, especialmente durante la noche. También se inició una revisión integral de los protocolos de seguridad, con foco en balcones, terrazas y zonas menos visibles para el público.

El Louvre, que recibe millones de visitantes cada año y alberga obras icónicas del arte universal, no es ajeno a episodios de este tipo. A lo largo de su historia ha sido escenario de robos célebres, siendo el más recordado el de la Mona Lisa en 1911, un caso que marcó un antes y un después en la protección de obras maestras. Sin embargo, el golpe de octubre se distingue por su rapidez, su planificación y el uso de infraestructura externa para ingresar.
Mientras la investigación judicial continúa y parte del botín sigue sin ser recuperado, el museo avanza con cambios visibles en su fisonomía. Las nuevas rejas, lejos de ser un detalle menor, simbolizan un giro en la estrategia de seguridad de una institución que enfrenta el desafío de proteger siglos de historia en un contexto de amenazas cada vez más sofisticadas.